Hace algunos años, conversando con Jorge Yarce –reconocido periodista y consultor de empresas colombiano- me decía que en cada uno de nosotros convivían varios juanes. El Juan que creo ser, el Juan que los demás creen que soy, el Juan que realmente soy.
Hasta allí ya hay bastante, pero me decía que, también, está el Juan que quiero llegar a ser y el Juan que puedo llegar a ser realmente: cuando menos cinco juanes en cada uno de nosotros.
La pregunta es obligada, ¿Los sondeos de opinión pública –encuestas, focus group, survey de opinión, etc.- qué nivel de la identidad de los peruanos revelan? Pretender que lo revelan todo es demasiado y no lo pretenden, ciertamente. Tienen su lugar en la sinfonía de medios que utilizamos para saber quiénes somos, en qué estamos, qué preferimos.
Así las cosas, me parece interesante el libro de Alfredo Torres, “Opinión pública 1921-2021” (Aguilar, 2010) en el que presenta las tendencias de la opinión pública de los últimos cien años en el Perú.
Torres hace un repaso de la historia del Perú del siglo XX desde Leguía hasta el segundo gobierno de García a la luz de las encuestas y estadísticas que la demoscopia proporciona. ¿Novedades? Pocas, salvo la frialdad de las cifras de las encuestas.
Por ejemplo, fue una realidad la amplia aceptación del público al autogolpe de Fujimori. Y el período 1992-1996 fue el de más sensación de progreso en la mayor parte de los sectores populares, viviéndose el desarrollo con optimismo.
Las encuestas revelan, también, que los peruanos son mayoritariamente de centro y desean economía de mercado con intervención moderada del Estado. Y para los que están en la carrera presidencial, el libro dedica un capítulo del “candidato ideal” con siete tendencias electorales.
Una de esas tendencias señala que quien desea repetir es mejor que lo haga después de dos períodos. Si Toledo le hubiera hecho caso al libro, tendría que haber esperado a la siguiente elección y se hubiese perdido el gustito de ser hasta ahora el primero en las preferencias. Cosas de la realidad que no respeta las tendencias…
Todo iba bien en mi lectura del libro hasta que llegué al penúltimo capítulo, “El camino hacia el Bicentenario” en donde Torres predice qué es lo que va pasar en el 2021: las uniones conyugales a través del internet se incrementarán, la tasa de la natalidad bajará, el modelo tradicional de familia dará lugar a otros tipos de “familias”, aumentarán las uniones libres entre personas del mismo sexo, seremos más moderados en política en la medida en que tengamos más dinero en el bolsillo, el cambio climático formará parte de la agenda política, etc.
Yo que pensaba que ya me había librado de las inexorables leyes de la historia marxista, anunciadoras sí o sí del advenimiento de la lucha de clases y del socialismo; resulta que ahora han mutado bajo la forma de tendencias de la casi tiránica opinión pública y nos revelaría el Juan que llegaremos a ser, sin necesidad de consultarlo al tarot o al chamán de moda.
Me acordé de la película francesa “El erizo” (2009) y de la pequeña protagonista, Paloma, una niña de once años que planea suicidarse cuando cumpla los doce “porque no está dispuesta a vivir su vida como un pez en la pecera”, todo previsto, lleno de tedio, una vida domesticada con rumbos fijos, sin una pizca de libertad.
Desde luego, si el Perú del 2021 cabe en la pecera de las tendencias que señala Torres, no se ve dónde queda el peruano racional, libre, crítico, enamorado, soñador y capaz de aspirar a un Perú que no tiene por qué ser repetición y calco de ninguna encuesta y de lo que pasa en otras latitudes.
Sin dudar, me quedo con el rezo escondido de una anciana en la soledad de su cuarto y con el tremendo impacto creador de la libertad humana. La historia aún está por escribirse y no cabe en una pecera.
Piura, 20 de febrero de 2011