La Libertad de prensa y expresión siempre fue un dolor de cabeza para las dictaduras, para las izquierdas y algunos gobiernos que se enfrentaron al dilema de leer críticas y comentarios que a los ojos de los ciudadanos, reflejaban no sólo una opinión, sino la verdad.
Hoy que creemos que vivimos otros tiempos y sentimos que el mundo ha cambiado, se hace evidente que existen nuevas formas de censura, nuevos intentos y órdenes para limitar las libertades, pero conservando la misma careta de hipocresía.
Por ello es evidente que se ha generado en algunos medios de comunicación, una especie de alguaciles de la verdad que promueven, defienden y se indignan en asuntos que sólo a ellos les parecen correctos. Reitero lo que siempre afirmo, eso está bien, es su derecho si están convencidos de ese comportamiento “profesional”.
Lo que llama la atención es que si alguien discrepa o simplemente tiene otra posición –en otro medio, aún virtual- estos fanáticos del ataque se unen en cadena para demolerlo, en vez de iniciar un debate o polémica que a todos beneficiaría, pero como no tienen argumentos, evaden esa responsabilidad social.
Por ejemplo, cuando se habla del aborto, el matrimonio, la unión civil, ideología de género y los métodos de interrupción del embarazo, la infantería de una especie de periodismo alista sus adjetivos a la espera que alguien de su lista –como en una operación de guerra- haga algún comentario, para lanzar toda la batería de desperdicios y ofensas que sea posible acumular en unas palabras.
Es como una novela no publicada –que me animaré a escribir por cierto- donde todo es posible con tal de romper con lo que sea tradiciones, valores, principios.
La religión y la Fe resultan un blanco perfecto. Para atacarlas, una parte de estos fanáticos tratan de desmerecer que un Pastor o un sacerdote exprese sus opiniones y van a la búsqueda provocada del error, el recorte de las declaraciones o el contexto cambiado, para hacerlos ver como anticuados, contra la corriente, ajenos a los derechos de otros.
A una frase, editoriales de condena. A un sermón, columnas lapidarias. A una palabra, demolición.
Y lo pongo en evidencia con dos casos por ahora. Revisen cuántos medios de comunicación dieron cobertura a las Marchas contra el terrorismo, cuántos minutos o páginas se hicieron evidentes en las Marchas por la Democracia y la Libertad.
Existe una prensa que censura, que ha perdido el equilibrio y se aleja de la verdad con mucha rapidez. Una prensa desde donde se presiona con maldad, para que se suprima un programa o se retire a una periodista o un conductor, se eliminen columnas o se oculte la realidad.
Entiendo que es difícil la misión del periodismo, comprendo que la prensa juega un rol complicado en su misión informativa, pero no creo que tengamos que callar cuando desde esa importante posición, se vive para hacer daño o para interrumpir la Libertad.