Jean-Francois Braunstein ha escrito un libro políticamente incorrecto: “La filosofía se ha vuelto loca” (2019). La locura que le atribuye a la filosofía es aquella vinculada a los estudios sobre género, los proclamados derechos de los animales y los intentos de eliminar la vida de los seres humanos que no tendrían una vida digna de ser vivida.
Es un ensayo muy a contracorriente de las banderas flameantes de la ideología de género, los alegatos animalistas y los intentos de expandir la cultura de la muerte a través del aborto, la eutanasia, la eugenesia. El autor es un profesor de la Universidad de Paris, especializado en Filosofía de la Medicina y Ética Médica. Es un buen conocedor de la materia y agudo crítico de estas ideologías, además, de tener un ánimo valiente para escribir un ensayo sobre estos espinosos asuntos.
Braunstein da buena cuenta de los planteamientos defendidos por quienes ejercen de pontífices en los estudios de género, de los animales, de la eutanasia (John Money, Judith Butler, Anne Fausto-Sterling, Peter Singer). Así, por ejemplo, Fausto-Sterling critica a las feministas de primera generación, pues no se dieron cuenta de que el sexo es producto del género. Butler y Witting, por su parte, sostienen que no existe el sexo, ni el cuerpo. No hay ni género ni sexos distintos. El sexo no es un hecho anatómico, es creado por el discurso. El sexo no sería más que una construcción cultural al igual que el género. El sexo, como entidad independiente, sería un execrable instrumento de dominación.
Peter Singer no se queda atrás. Considera que no hay una frontera infranqueable entre los seres humanos y los animales. Habría un continuo entre hombre y animal. De ahí que denuncie el “especismo” o discriminación contra los animales. Peter Singer quiere liberar a los animales de la opresión de la especie humana. El humanismo sería un racismo. Sigue la estela de Benthan, quien plantea el problema en los siguientes términos: “la pregunta no es ¿pueden razonar los animales?, ni ¿pueden hablar?”, sino ¿pueden sufrir?”. Lo único que cuenta para Singer, por tanto, es la sensibilidad. Para él, “somos humanos y somos grandes simios” (chimpancés, gorilas, orangutanes). Ellos son nosotros y tienen, también, el derecho a la vida, a la libertad y a la exclusión de la tortura.
El razonamiento de los partidarios de la eutanasia, por su parte, defienden que hay vidas que no merecen la pena ser vividas y otras que, incluso, no son verdaderas vidas, dignas, felicitarias. No estamos hablando del suicidio, sino de plantear que los médicos ayuden a morir a los pacientes que lo deseen.
Serían los “expertos” quienes decidirían que es una vida digna de vivirse. Fletcher, en esta línea de pensamiento, considera que persona es quien tiene conciencia y control, sentido del futuro y del pasado, relacionalidad, preocupación por el otro, comunicación, curiosidad. Si el ser humano no tiene estas cualidades, estaríamos sólo frente a individuos, pero no antes personas. Peter Singer, con más contundencia aún, quiere reemplazar la vieja “santidad de vida” por “calidad de vida”. La vida ya no es un valor en sí. Tiene que pasar los indicadores de calidad.
Pero…, ¡todo esto es una locura! Sí, para muchos, planteamientos como éstos son simple y llanamente una locura. “Gender studies, animal studies” son –en muchísimos casos- pura ideología a la que le sobra pasión calenturienta y le falta la sencillez de la “decencia humana común” en palabras de George Orwell. Estos planteamientos delirantes que deterioran la condición humana y su dignidad son más propios de laboratorios mentales, ajenos al sentido común del ciudadano de a pie.
Es una locura pretender borrar los límites entre los sexos, entre animales y seres humanos. De ahí que me una, también, a Orwell cuando dice: “mi principal motivo de esperanza se basa en el hecho de que la gente corriente es siempre fiel a su código moral”. Es la misma esperanza de Braunstein, quien, con esclarecedores argumentos, nos ayuda a recuperar un poco de cordura en medio de esta locura ideológica.