Todo ser humano es vulnerable aunque pueda demostrar fuerza y valor en muchas etapas de su vida. Puede suceder cuando tiene una grave enfermedad que lo desestabiliza y lo saca fuera de combate. Cuando la permanencia del virus o la bacteria ha sido prolongada le recuperación resulta difícil y complicada. Su trabajo y sus proyectos quedan postergados por un tiempo impredecible. Tampoco se sabe cómo va a reaccionar después.
Esta incertidumbre causada por los males físicos que aquejan a las personas individuales puede ocurrir en todo un país cuando el virus se extiende y produce una pandemia. La paralización que se origina es una pérdida que puede tener graves consecuencias. El restablecimiento resulta lento y crea una situación de incertidumbre. No se sabe qué va a pasar.
Desestabilización social
Estas falencias también pueden ocurrir por una desestabilización moral cuando se produce una crisis a causa de una infección social producida por un virus que daña la mente de las personas y las confunde. Se pierde la noción de bien y de mal y el agotamiento generado a nivel social es una suerte de depresión que paraliza la realización de los mejores proyectos dilatándolos a un futuro incierto.
Miles de personas se escapan para no sucumbir por el virus y las otras se rinden tratando de paliar las tristes consecuencias de una situación tolerada por agotamiento, con esperanzas sumamente débiles y casi nulas, ante la evidencia de los hechos consumados de una manera impropia y claramente indecente.
Anestesia paralizante
La anestesia social sustituyó al oxígeno desde hace años, y los que creían respirar aire puro eran insensibilizados para no percibir las maniobras ocultas de los estrategas de un plan invasivo de dominio total. El virus fue extendiéndose poco a poco y provocó una pandemia que paralizó todo y así pudieron lograrlo con las distintas cepas que fueron apareciendo un dominio para un exterminio. Así procede el mal cuando no se combate a tiempo y se extiende por todas partes.
Combatir el mal con el bien
La salida no es continuar con el mal y acostumbrarse a él. Nada bueno puede salir de algo malo. El mal hay que combatirlo siempre.
El fortalecimiento social es necesario y urgente para combatir el mal, pero nunca con la mentira y la violencia. Se requiere fe en el poder del bien, que siempre es más fuerte que el mal y que es además tremendamente difusivo.
Las personas son buenas, tienen en su interioridad muchas virtudes en potencia y sobre todo lo que toda conciencia trae: aceptar y difundir en bien, rechazar y combatir el mal. Esto funciona en los seres humanos, sim embargo nadie puede solo. Todos necesitamos ayuda.
Hoy, más que nunca, se requieren voluntarios para la difusión del bien que se ha dilatado para un futuro que no debe ser muy lejano. Se empieza con la propia vida, “¿Queremos ser más? ¡Seamos mejores y lo lograremos!” Este debe ser nuestro compromiso para salir adelante con todos. (P. Manuel Tamayo).