El Perú es un país tan predecible, que lo impredecible no existe, pero seguimos jugando a la apuesta fácil, al dato que uno se inventa o alguien le avisa para que lo haga público –lavándose las manos de toda irresponsabilidad-, como esas primicias que de vez en cuando alguien suelta sin ninguna confirmación. Ese es el Perú de “ahurita”.
Las conversaciones políticas se han convertido en el “zoom de los invitados exclusivos”, que son los mismos del “zoom de los desconocidos” que quieren venderse como famosos por cinco minutos, o tal vez es el zoom de los frustrados siempre, de los que andan a la caza de alguna licitación, contrato o posición de segunda línea para seguir en lo mismo, en el “zoom de los que saben de todo”, pero no hacen nada por el país, salvo verse en una foto cuadriculada, entre otras tantas, cada semana.
¿Pero suman algo positivo o siguen siendo la resta de cada temporada? ¿Ya volvieron a verse en el espejo de la realidad, o siguen diciendo que fueron ex candidatos, ex congresistas, ex algo y ahora, volvieron a lo mismo, es decir, no son nada?
La política no se construye destruyendo lo cierto, lo evidente. Política no se hace en una mesa cada quince días almorzando o tomando café con una serie larga de incapaces y desnutridos de patriotismo, que solo ven a su alrededor la posibilidad de alquilarse a cualquier gobierno, para justificarlo y justificar también sus bolsillos con recursos del Estado.
¿Duele decirlo? Que no te duela si no eres de esos, sino de los otros, de los que salen a pelear, de los que levantan la voz con argumentos y verdades, de los que marchan combatientes desde antes y no solo –ahora por primera vez- en horario dominical y con selfie incluido, de pura hipocresía.
¿Existe esperanza, existirá confluencia de fuerzas individuales y colectivas por la Libertad y la Democracia? ¿Se cansarán los que siempre nos cansan, o saldrán energías convertidas en hombres y mujeres que no disparan balas de humo, sino palabras de aliento y construcción de la Unidad por la Democracia que vemos extinguirse?
No esperemos ni nos desesperemos. No abultemos la soberbia, menos la vanidad. Las calles son nuestro mejor escenario diverso, inclusivo, transversal, de todos y para todos, sin excepciones. Pero deben ser calles de combate, no de desfiles. Tienen que ser calles que ardan en emoción, no que se hundan en la imaginación silenciosa de los que creen todavía, que es posible hacer entrar en razón a los que viven de odios y resentimientos. Y no es así.
Si nos perdemos en la brújula de la política esa, tan sucia, tenebrosa, ignorante, decepcionante y degradante de “buscar líderes” en la mesa de un restaurante o en el zoom de los amigos, no nos hemos visto repito -ahora nosotros-, en el espejo de la realidad.
Cada uno es un líder que necesita activarse, es así y es ahora, no mañana.