Estamos viviendo más años, nos volveremos más viejos y duraremos como viejos mucho más tiempo. Eso, que sería positivo, hoy en día es para muchos –que no son viejos evidentemente- una carga, un tormento, algo que estorba otras tranquilidades. Así de inmoral y perversa se está poniendo la sociedad y hay que levantar la voz.
Fíjense bien. Doce millones y medio de peruanos, en las actuales circunstancias, por no estar cotizando a un sistema previsional, por desfinanciado o mercantilista que opinemos se encuentre activado, nos señala que esos millones de peruanos jamás van a tener una pensión de jubilación y tampoco cuentan con la necesaria cobertura de sobrevivencia para los casos de invalidez, sea temporal o permanente, parcial o total y además, sus familias –esposa, padres e hijos- tampoco tienen la más mínima posibilidad para alcanzar una pensión de viudez, ascendencia, orfandad o estudios.
Y entonces, esos doce millones de peruanos ¿adónde van a ir? ¿a pensión 65 acaso? ¿a nuevos programas sociales insostenibles, llenos de corrupción y burócratas sin alma?¿adónde?
Un país herido en el corazón, no puede desangrarse olvidando sus raíces humanas, eso es lo que nos está pasando ahora y no podemos seguir así, aunque sea impopular tomar medidas y acciones que obliguen a la recomposición social del Perú.
Doce millones y medio de peruanos estirando manos que no cierran sus puños, rasgadas, magullados rostros y miradas de nostalgia con hambre de amor. Esa es la realidad en camino y seguimos con gobiernos indolentes, abusivos, cobardes, de fachada ante la corrupción y el delito.
Todos los peruanos debemos aportar a un sistema previsional para tener pensiones y jubilaciones, hacerlo no depende de inventar nuevas fórmulas para llenar abultados bolsillos de mercaderes de la economía, la política, organismos internacionales o la muerte. Depende de mejorar lo que está funcionando o puede funcionar y eliminar lo que es un error. Fortalecer lo sostenible y acabar con lo absurdo, respetando por supuesto la libertad de no querer nada ahora, pero de no pedir nada después.
Un país sin pensiones, es como un auto sin llantas, no avanza ni a empujones. Y en el Perú, ni siquiera tenemos pistas –infraestructura en la longevidad- para que ruede el progreso y el desarrollo humano, sino un muro de torpezas y miedo que nos ahoga en la vida.
¿Vamos a dar la pelea por la dignidad? o seguiremos regalando nuestro dinero a los extremos del Estado abusivo, o las empresas abusivas. ¿Cuál será el destino?