Son las dos de la tarde y el control de carreteras en Ambo, región Huánuco, esta desierto como nunca. Es un jueves “normal”, como todos los jueves del mes, de esos días acostumbrados al mismo paisaje y las mismas costumbres.
Doce camiones están en fila desde temprano. Vienen desde Uchiza, Tocache, Monzón, Las Cuevas. Son los mismos camiones de diferente tonelaje, que cada jueves se estaciona en el mismo lugar, con los mismo choferes y los mismo rostros adustos, revisando que nadie se acerque, chequeando que todo se encuentre bien ordenado.
A pocos metros, delante de ellos, se encuentran dos camionetas 4×4 full equipo. Son los “buitres”, los “abrepaso” del grupo de camiones que llevan desde maderas, frutas, papas y frutas, hasta pasta básica de cocaína y en algunos casos, cocaína de alta pureza y alijos de marihuana skan o moño rojo. Todos lo saben, todos lo saben, es jueves de trastienda.
A eso de las dos y treinta, ya motores encendidos, el convoy informal, que está perfectamente coordinado, se pone en marcha y a las pocas horas se ubica cerca del control también informal que algunos Policías hacen en la repartición que va hacia Cerro de Pasco, donde una larga fila de más de cincuenta vehículos es inspeccionada o invitada a seguir, si es que “se colabora”.
La colaboración es para todos los gustos y monederos: “frecuencia latina” o dos soles para colectivos que hacen rutas cortas, “una chabelita” o diez soles para cada ómnibus, “vente vente” o veinte soles para camiones. Si alguien pone reparos o no sabe la tarifa -que se entrega a la mano, paisita- te paran y te demoran, mientras buscan como hacerte perder tiempo y subir evidentemente la exigencia a cambio de tu pase al destino adonde vayas. Si cometes el error de decir que te diriges a Lima, el cobro aumenta. Por eso, “aquí nomás, a Carhuamayo, Ciudad nueva o Huayllay” es la mejor respuesta.
Esta escena es la natural, mientras tanto ves pasar los camiones del convoy en forma alterna, no van seguidos, mantienen distancias, independencia. Y al final, la camioneta de cierre deja un “regalito” a los controladores amigos, ya que ni uno solo de esos vehículos es detenido.
Y lo mismo ocurre en cada control carretero, formal o informal hasta la salida de La Oroya, donde se juntan con otro convoy que viene de Tayacja-Pampas, donde se ha hecho acopio de las zonas altas de Huancavelica, allá donde los mochileros se dividen entre el VRAEM y las libélulas (avionetas nocturnas que vienen de Bolivia y que salen hacia Colombia o Venezuela) y el principal destino propuesto: Callao.
Los camiones descansan en Pucará y retoman su camino pasada la madrugada, a eso de las cinco de la mañana, cuando está más libre y menos resguardada la ruta. Avanzan como siempre, manteniendo distancias y en permanente comunicación satelital hasta que se reagrupan poco antes de Matucana, para circular como siempre, sin ningún problema, ya que en Casapalca, San Mateo y Cocachacra está coordinado el paso, porque a esas horas se ordena el control de subida, ya no el de bajada hacia Lima.
Así vuelven a distanciarse y toman diversos caminos desde su ingreso a Chaclacayo, que algunos se dirigen por Puente Huachipa hacia la Ramiro Prialé, otros bajan hacia Vitarte e ingresan por la avenida Metropolitana, y los más pequeños toman la ruta de Campoy. Los de la Prialé, vuelven a dispersarse, mientras unos siguen por Circunvalación hacia el norte, otro toma al sur, alargando su ruta.
Se calcula que cada semana transportan entre las mercaderías y alimentos un total de diez toneladas que van a dos almacenes de empaque y sellado final, antes de su salida del país, sea por el puerto de El Callao, el aeropuerto internacional, Pucusana usando lanchas rápidas o Huacho mediante embarcaciones pesqueras.
Este eje central de transporte, es similar al eje que sale por Chimbote, al que sale por Trujillo y se bifurca a campos de aterrizaje y al de Piura, por Paita. Tanto así como el eje sur que usa Pisco, Mollendo o Tacna, todos mediante ingresos desde Puno, Cusco, Apurímac, Huancavelica, Huánuco, San Martin y Amazonas.
La cuarentena iniciada en el gobierno “ciego” de Vizcarra, aumentó el trafico ilícito de estupefacientes, porque comenzó la era de “manos libres” ¿No se dieron cuenta?
Lo más triste de todo esto, si lo ponemos en un contexto de droga que se produce y sale del país -que no es droga que se queda o se vende aquí, ese es otro tema, para otro reporte especial-, es que se comenta desde hace años que los Policías destacados a zonas de control carretero pagan por ese destaque sumas altísimas en el proceso de selección, que recuperan de varias formas: con las colaboraciones o cuotas por control vehicular “normal” para evitarle a los conductores multas de tránsito, con las asignaciones por cargo provenientes de traficantes de maderas, por salarios establecidos por los cárteles que establecen un “premio” por cada camión de libre transito y por transportes especiales no frecuentes, donde toda la carga es cocaína de alta pureza o skan (moño rojo).
Este es el panorama público que todos conocen, comentan y observan de lejos, ¿Menos las autoridades?
Nota de redacción: Hacemos la distinción que en la PNP Policía Nacional del Perú, la mayoría de sus miembros son gentes de bien, honestos y silenciosos servidores de la Nación, cuyo compromiso y lealtad con la institución y el país es meritoria, a diferencia de los que mancillan su honor y su divisa.