A algunos les cuesta entender la pasión y el absoluto respeto por la libertad. Para otros es un negocio el anhelo de los apasionados, no lo sé, eso creo a veces y me apeno por aquellas personas que juegan a los sentimientos sin mirar de frente, dando la espalda, riendo a lo lejos, como si uno no se diera cuenta. Pero así anda el mundo, al revés, con los moralistas y los puritanos vestidos en su propio altar, el de la hipocresía por supuesto.
Mientras tanto, en la otra vereda –la limpia, la de todos- hombres y mujeres convencidos del valor y la defensa de la familia, del esfuerzo personal o emprendimiento, de la Libertad y de la Democracia, dan la pelea en las calles y en las redes, en foros, entrevistas, blogs y portales de internet, grupos de whstapp, zoom, teams, donde sea, pero dan la pelea.
La familia, la empresa, la iniciativa personal, el ahorro privado, la vida de un niño por nacer, la integridad de una mujer, siempre femenina como el ser y sentirse varonil en un hombre, son estandartes de una lucha tenaz. Y eso, asquea a los nuevos moralistas de la hoguera caviar, de una izquierda que se dice cualquier otro apodo, menos comunistas, menos lo que son, menos lo que representan.
Pero, paradojas de la vida, esos izquierdistas cuentan con aliados de una derecha mercantilista malformada, mucho más hipócrita y convenida, cobarde, entregada al daño con tal de seguir sacando beneficios sobre lo ajeno, castigando el éxito, aliándose en leyes o conspiraciones, alquilando honras y condeando la transparencia, la humildad, el servicio y la independencia ciudadana porque para ellos, los ciudadanos son esclavos de los políticos, de los periodistas de los medios serviles, de los analistas de las mafias puestas para derrumbar la verdad. Trasmiten rabia y contagian, y si no pueden lograrlo, usan cualquier método pero contagian y a veces el contagio es el final de la vida y la familia, de la patria y la libertad.
Sin embargo, resistimos, no callamos, avanzamos, nos levantamos una y otra vez más, nos reímos y volvemos a construir con alegría, aun heridos, con alegría. Eso, le duele a los que no tienen principios ni valores pero andan de rodillas o agazapados, sin mirar de frente, como los comunistas, como les dije al inicio.
Una persona lejana se me acercó y me enseñó a mirar mejor, a traducir mejor, a comprender mejor lo que ocurría a mi alrededor, en un país herido en el corazón, casi sin alma y sin sueños. Ese país sigue mirando sin observar, sigue hablando sin trasmitir palabras, sigue oliendo con la nariz tapada, sigue hundiendose en el remolino de las izquierdas violentas que quieren acabar con todo, para comenzar de nada, y no hacemos justamente eso, nada.
Y como epílogo recordaremos “al centro y a la derecha” que estaban allí pero no actuaban, que eran anuncios y marchas, que eran fines de semana de discursos y semanas de inclinación al poder, mientras todo se apagaba, como un suicidio elegido.
Si el país sigue a la deriva, sin líderes, es el final. ¿Hacia dónde vamos?… nadie lo sabe.
Fotografía referencial, de redes sociales