Estamos en la era del no (pero no de negación, sino de contradicción), lo peor de todo esto es que quienes te dicen que no elijas lo que decides elegir, son los que nadie ha elegido.
Por ejemplo, en algunos medios la puntería es como tener un observatorio de lo que habla un congresista, una ministra, un funcionario público, tal vez un juez, fiscal, quien sea. Si le descubren, chapan o detectan un error, una falla, una estupidez por cierto, se activa toda una maquinaria de desprestigio, acusaciones, suposiciones y condenas que no se detienen por nada. Se tiene que denigrar, esa es la misión.
Saltan de inmediato, es su derecho, eso no lo discuto. Lo que asombra es la poca equivalencia entre los nuevos jueces de las nuevas verdades y sus propios deméritos. Se trata de un jurado de gentes peores de las que condenan.
Así no se construye un país, una sociedad, una nación. No estoy defendiendo a nadie, que lo haga el que quiera. Lo que trato de hacer entender es que si fuésemos más equilibrados, pediríamos explicaciones antes de condenar. Si fueramos más justos, no permitiriámos que la “justicia de los medios de comunicación” sea el emblema de intereses para reemplazar un corrupto por otro.
Pero si eres de alguna tendencia, posición o pensamiento distinto al de los ladrones de la verdad, te disparan con una ametralladora que teniendo balas miserables en algunos casos, se hace permanente en el ataque y no resiste mucho tiempo esa afrenta. Se convierte en un pésimo ejemplo de muy mala herencia hacia los demás. Te atacan, te matan, esa es la cobardía profesional que domina la prensa, el gobierno y sus aliados.
Por supuesto que ocurren a diario increíbles declaraciones, absurdas afirmaciones, terribles comentarios. Repito, eso es innegable.
Lo que llama la atención, es que existe un círculo de dueños de la verdad, al que nadie le puede decir nada, ni siquiera responder. Son dictadores de los nuevos tiempos, en los que debes alinearte, callar o morir. Y ellos, se venden a todos los gobiernos, siempre.
Es posible que cometamos el tonto papel de imitarlos y tengamos que caer en su juego, es posible, a veces creo que esa ola me envuelve y pido disculpas. No es que uno sea víctima o me victimice, eso jamás. Sino que nos contagiamos de ese virus del odio o la cólera.
No me preguntes que estupidez se ha dicho hoy y quien la sustenta. Preguntémonos que hacemos para que esa novela tenga final.