Usualmente, digamos que en círculos entendidos, hablar de espionaje militar o de espionaje industrial resulta algo casi natural y poco escaliofriante, pero mencionar una estrategia de espionaje periodístico, mediático en palabras más amplias, se convierte en un tema de alcance inimaginable y eso, viene ocurriendo en el Perú a pasos agigantados.
Bajo la sombra de empresas que venden imagen o construyen relaciones, hasta aquellas que se ofrecen como expertas en solucionar situaciones de crisis, se han venido presentando en el mercado político y empresarial unos singulares delincuentes del manejo de las comunicaciones, sobretodo provenientes del extranjero, en alianza con mercaderes de nuestro país o propiamente autóctonos y salvajes en su organización y funciones con el poder de turno, donde se desenvuelven sin despeinarse. Afirmamos nuevamente: mercaderes de la desinformación, del chantaje, de la promesa en condicional, a cambio de, al costo de.
Aquí no está en discusión la legalidad o ilegalidad de quien desea volverse más sinvergüenza de lo que ya es, ni los métodos empleados para armar su sistema de trabajo.
Nos referimos específicamente al espionaje, que consiste en toda la estructura necesaria para conseguir algo que haga daño, que se dirige a un objetivo previamente seleccionado y por el cual, se debe obtener información destructiva o que sirva para destruir. Y en el peor de los casos, utilizar la información para hacer caer en su exterminio político, empresarial, profesionalo, laboral y electoral a quien sea necesario.
No estamos hablando de los que hacen su trabajo de comunicaciones, manejo de imagen empresarial o personal, administración de redes o plataformas web. Eso no. Hablamos de lo que no es honrado, ni transparente.
Hablamos de los que muestran un rostro limpio y hasta atractivo, pero que se dedican a lo más sucio que nos podemos imaginar, porque no se trata de un Estado utilizando herramientas para su integridad, sino de organizaciones criminales jugando a matar al enemigo, siendo su contratista el verdadero enemigo de la libertad.
El costo de sus operaciones es muy elevado, lo que significa que quien paga tiene mucho dinero o lo consigue fácilmente de otras fuentes digamos, aliadas, que pueden provenir del propio gobierno, de cárteles del narcotráfico, de cárteles financieros o de fuentes externas, imaginamos por momentos.
Lo imaginario por eso, se ha vuelto evidente, falta un hilo que se rompa para que caiga la telaraña, eso lo saben los que están metidos en esa industria del espionaje mediático, que podría interpretarse como el robo de primicias o contactos para tener la primicia, pero no, eso es sencillo, es fácil, aquí lo delincuencial es que hay medios metidos con estructuras delictivas para hacer daño y esas estructuras están manejadas por gentes cuya misión no conoce límite alguno para destruir a oponentes, para tratar de perennizar a sus contratantes, hoy más ayer, mañana más que ahora.
Y se sienten fuertes y soberbios, y organizan nuevos medios o nuevas empresas de imagen y comunicaciones, cambian de nombre, se hacen “confiables” y en medio de la historia, justifican al gobierno que los contrata, asesinando la Libertad de los peruanos.