Melannie Solanch Flores Saavedra estudia psicología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Melannie muchas veces ha tenido que enfrentar burlas e incomprensiones cuando ha querido expresar su opinión o hacer pública su fe católica. Las experiencias por las que pasó son recordadas por ella a continuación, en un extracto entrevistada por Angela Echenique en Somos Periodismo, una comunidad de estudiantes y docentes surgida en las aulas de la Especialidad de Periodismo de la PUCP.
“Muchas veces se han burlado de mi fe en clase solo porque pensaba diferente. O no me han dejado dar mi opinión por pensar distinto al resto. Si bien es cierto eso no me ha impedido decir lo que creo, sí se siente doloroso que otra persona te juzgue y te humille, o te trate de silenciar. Intervenir, opinar en clase es un derecho de todos los alumnos”
¿Recuerdas alguna experiencia en la que se evidenció lo que describes?
-Sí, recuerdo cuando llevé un curso de filosofía. En una de las clases, la jefa de práctica estaba hablando de la defensa de la vida y el aborto. Yo estaba en contra del aborto y todos los de la clase, a favor. Levanté la mano para dar mi opinión y la jefa de práctica, al ver una taza que yo tenía con el logo CAPU PUCP (sigla del Centro de Asesoría Pastoral Universitaria) la tomó y empezó a burlarse de lo que era el CAPU. Recuerdo que decía cosas como, “con razón dice esto pues, mírenla a ella que tiene esta taza del CAPU que es un lugar que defiende cosas ilógicas”. Su comentario generó muchas risas. En ese momento yo me sentí mal porque todos me miraban y se reían.
La jefa de práctica detuvo sus comentarios cuando uno de los alumnos levantó la mano y dijo que yo no era la única, que él también estaba en contra del aborto. En ese momento ella decidió cerrar el tema.
– ¿Has pasado por experiencias similares en la Facultad de Psicología? ¿Conoces algún caso?
-De mi parte, en general, cuando se trataban temas sobre sexualidad, aborto, o algún otro tema polémico, yo daba mi opinión, pero no se generaba debate o profundización. No había diálogo sobre un punto de vista contrario. Además de eso, he escuchado historias de amigas a las que les han dicho en clase que tener una devoción, creer en La Virgen María o simplemente orar es una suerte de locura.
-¿Consideras que ser católica ha influido en tu vida académica, en tus evaluaciones académicas?
-Sí, claro. Algunas veces recibía una calificación baja respecto a las que tenían mis compañeros. Yo intuía que había un cierto sesgo allí. Y en cuanto a mi experiencia en facultad, yo comparaba mis trabajos con los de mis compañeros, y teníamos un desarrollo similar, muy parecido, con los requisitos solicitados por la profesora. Incluso algunos compañeros se sorprendían de mis notas.
-Respecto a tu relación con otros compañeros de la facultad, ¿también se evidenciaba el distanciamiento?
-Como yo daba mi opinión en clase, la mayoría me veía mal y nadie quería hacer grupo conmigo. Y cuando finalmente me incorporaba a un grupo, el tema de la mayoría tenía que desarrollarse pese a que yo no estaba de acuerdo. No era considerada.
-¿Eras una católica practicante cuando ingresaste a la universidad?
-No. Mi mamá siempre ha sido católica y mi hermana lo fue por un tiempo. Cuando comencé a concentrarme en ingresar a la universidad, en mis últimos años de colegio, sentía que la religión no se veía como algo positivo. Yo dejé de ir a misa, dejé las actividades que realiza un católico: confesarse y orar. Las veces que iba era por obligación de mi mamá. Yo llegaba para la última parte, cuando nos damos la paz porque me aburría (risas). Recuerdo que un año después de que ingresé, aquí estaba vigente la polémica con el Cardenal Cipriani sobre la denominación de “Pontificia” para la universidad. En ese entonces yo participaba en las marchas, en las cadenas humanas que se realizaban, incluso me burlaba de todo lo referente al cardenal y a la Iglesia, algo totalmente anticatólico.
-¿Crees que hay un vínculo entre tu fe y tu carrera?
-Sí, un vínculo muy fuerte. Durante un año, trabajé en una ONG en la que pude tener contacto con seres humanos que sienten, que tienen una historia, y cada uno de ellos tenía algo particular y algo que potenciar. Yo me fortalezco mucho en mi fe porque sé que el poder de Dios es ilimitado y muchas veces he pedido por personas que realmente la pasan mal. En el lugar en el que trabajaba, muchos niños, que son con los que frecuentaba más, atravesaban maltratos, divorcios de sus padres; había familias que tenían una mamá con cáncer: situaciones difíciles de comprender y sobrellevar para un niño.
Por una parte, está el tema espiritual, pero también está la fortaleza que todo católico tiene, y que creo que es un plus. La fe da fuerza.
-¿Qué esperas de la universidad, en general, respecto a la tolerancia con el credo de sus estudiantes?
Hoy puedo decir que espero que haya tolerancia e inclusión en todos los aspectos, con mi fe y con mi opinión. Yo no busco que la otra persona piense como yo, solo que me escuche. La facultad debería incluir temas que tengan que ver con la fe. Así como existe el curso Psicología y Género, ¿por qué no podría dictarse el curso Psicología y Fe?, ¿Ciencia y Fe? ¿Por qué no proponer un curso que hable de cómo ayuda la fe en el ámbito de la psicología? Quizá ponerlo como electivo.
“No por tener una capilla debería decirse que esta es una universidad católica. También se podría evidenciar desde la malla curricular. Todos tenemos fe, entonces no creo que sea un daño darla a conocer. Ni siquiera proponer que la vivan o que la defiendan, solo que la conozcan”