Es importante decirlo porque la soga aprieta el cuello del condenado pueblo peruano cada vez más y la víctima sólo sabe aplaudir o callar frente a su verdugo, esa es la paradoja de la realidad y si alguien se molesta ante esta evidencia, lo lamento, pero no me importa.
Miren bien, lean atentamente: No existe el derecho a ser imbécil, no es un derecho humano pedir la estupidez como valor y virtud, no se puede pensar que se tiene que dar una nueva constitución para que la ineptitud sea obligatoria, pero en el Perú de los arrabaleros que gobiernan, se hace realidad a cada segundo todo ese drama.
Nadie en su sano juicio podría exigir que los hospitales no atiendan enfermos, nadie con un minimo de inteligencia podría protestar para que la policía dispare contra contra las vÍctimas en defensa de los delincuentes, nadie, absolutamente nadie sería capaz de implorar que se promulgue una ley para que no se dicten leyes. Ese reino de lo absurdo, ese teatro de lo anormal, eso ocurre en el Perú ahora.
Y frente a ello, como decía un locutor de noticias hace décadas… “no pasa nada”
No existe una oposición identificada como tal, sino alguna que otra voz, entre aguardientosa y tímida por un lado, entre lúcida e inteligente un par en el otro extremo, pero nada más, que se enfrente con sensatez y tenacidad a un gobierno miserable, sin honra y sin honor. Y a la hora de los votos en el congreso –por ejemplo- es mucho peor ese óleo carcomido de complicidades que se arrodillan con beneplácito al poder de una organización criminal enriquistada por los votos, cuando no, para dirigir al país.
¿Y qué se puede hacer? me preguntan. Esa pregunta no es la solución –pasarnos la pelota a los ciudadanos-, como si el rol de la hora presente nos fuera exigencia, no señor.
Los congresistas y los que fueron candidatos al congreso, sus equipos de campaña y los dirigentes de esos partidos que se dicen democráticos, son los de la infantería política, ellos son la primera línea y no los ciudadanos, porque nosotros estamos trabajando, produciendo, estudiando, cuidando a nuestras familias y viendo si dos o tres cachuelos nos ayudan a levantar la esperanza. Así que todos esos que se presentaban como salvadores, como la encarnación de todas las soluciones, están obligados a dar la cara y ponerse en la muralla de la pelea y desde atrás, les daremos, tal vez, si demuestran gallardía, transparencia y valor, sólo si eso ocurre, nuestro respaldo. Sino, que se vayan al hoyo de donde nunca debieron salir.
¿Y si se siguen escondiendo y haciendo acuerdos bajo la mesa con el gobierno? Allí sí entramos a la pelea, pero primero para borrarlos del mapa político, para callarlos cada vez que se suben a la protesta ciudadana y para que jamás sean representación del voto ciudadano.
A ver pues.