Me acuerdo que hace muchos años escuché en la vieja Casona de San Marcos, al entonces Senador Luis Alberto Sánchez contar su respuesta a una frase de poca altura que le decía con menosprecio “a diferencia de Usted Senador Sánchez, yo he estudiado en Harvard y Yale, por eso mis conclusiones están mejor sustentadas, gracias a mi formación”
“Cuánta suerte le acompaña Señor Senador – respondió Sánchez con mucha tranquilidad- Usted ha sido formado en Universidades donde yo he dictado Cátedra como Maestro”
Una sola frase dice muchas cosas al atrevimiento.
Algo de esto ocurre en las elecciones presidenciales y al congreso, donde la fábrica de candidatos suelta moldes diferentes que salen del mismo horno de producción.
Candidatos dueños de universidades pero carentes de cátedra, agitadores presos esperando condena, extremistas conversos que juegan a la explosión de su mensaje, fanáticos de la modernidad que se auto titulan la esperanza, viejos burócratas con el mismo lenguaje adormecido y la misma cara molesta, presidentes que dejaron sus obras y viven de recuerdos, herederos de apellidos complicados de señalamientos, titiriteros y muñecos de artistas que sólo conocen ser ventrílocuos… la misma masa, la misma mezcla y cada quien con una vanidad que no contagia alegría ni entusiasmo, porque es vanidad y espejo de una realidad diferente a la de todos los peruanos la que ellos nos presentan a diario.
Así estamos, lamentablemente, así estamos por ahora.
No se despierta ninguna opción que convoque a todos, sólo a los cómplices, a los marcas, a los malditos de algún lado.
No pretendo herir ni molestar al militante o al fanático –es más, les pido disculpas por mis palabras mal escritas- pero deben darme permiso para levantar la voz hacia muchos de sus candidatos -elegidos- que hoy están destruyendo el Congreso de la República y el concepto de la democracia cada vez más.
Y encima son doctores –díganle licenciado, ingeniero- o se enmascaran con cuadros colgados de alguna pared donde eso parece estar escrito.
Qué vergüenza, qué desfachatez, qué ofensa diaria contra la voluntad popular pretendiendo conducirla al suicidio mediante el escándalo y el abuso del poder.
Si éstos son doctores, no quiero curarme. Si éstos son doctores, que no enfermen a mi país.