Ahora que se ha vuelto costumbre usar la violencia para conseguir cualquier reclamo, esté o no justificado el pedido, me pregunto por ejemplo si los trabajadores y pequeños empresarios no podríamos también exigir muchas cosas a las pésimas autoridades del gobierno, tomando sus oficinas, bloqueando calles que los llevan a sus hogares, quemando árboles en sus distritos, asustando a sus familias con las mismas arengas de odio que ellos justifican en los huelguistas de cuanta protesta se enciende de rato en rato en el país. Me pregunto eso.
No entiendo cómo los que se dicen comuneros y andinos, enseñan ahora tanta violencia, rehúyen el diálogo, pueden tener más de 50 días cercada una empresa estratégica para el Perú, sólo por dinero y por agitación política, no lo entiendo. No entiendo cómo les arrebataron la realidad en sus propias miradas.
Enseñan a los niños y jóvenes a tirarle piedras a la policía, a un helicóptero, a bloquear vías y sistemas de transporte y comunicaciones entre personas, a destrozar árboles y quemar llantas contaminando el medio ambiente que dicen defender. Están hiriendo nuestra patria en medio de una democracia que se debilita.
El diálogo no nace de la violencia como arma de presión, eso es un delito y se llama chantaje, extorsión.
El Perú sigue herido en su presente y sangrante en su futuro. La culpa no es de unos, sino de muchos que quieren vivir de la política llevando miseria, odio y violencia. Eso es lo inaceptable, lo repudiable.