La farsantería izquierdista intenta manipular la realidad presentando la iniciativa constitucional de pedido de vacancia presidencial como imaginario golpe de Estado. Para ello está desarrollando una “narrativa” mafiosa que no debemos tolerar.
El argumento para pedir que se separe a Castillo del mando es preciso; tal como está previsto en el artículo 113 de la Constitución ha incurrido en incapacidad moral permanente. ¿Cómo se sustenta esto? Simple: la moral es la facultad de distinguir entre lo bueno y lo malo; pero el profesor palaciego no puede establecer esa diferencia.
Veamos algunos ejemplos:
Primera inmoralidad: como ha delatado Vladimir Cerrón, los marxistas llegaron de casualidad al poder, sin estar preparados para el gobierno, más allá de un ideario que plantea la destrucción de la República liberal bicentenaria.
Segunda inmoralidad: Castillo “ganó” las elecciones en un proceso plagado de ilegalidades que deslegitiman su mando; y el “triunfo” se debe a la organización criminal de los Dinámicos del Centro.
Tercera inmoralidad: sabiendo los antecedentes (y hasta el prontuario corrupto) de muchos de sus funcionarios, Castillo ha designado dos Gabinetes que desestabilizan la administración del Estado, según puede comprobarse con la rotación de doce ministros en cien días.
Cuarta inmoralidad: pese a que juramentó el cargo por la Constitución del 93, Castillo insiste en una Asamblea Constituyente ilegal que el Estado de Derecho no puede aceptar.
Quinta inmoralidad: Castillo está generando premeditada inestabilidad institucional en las FF.AA. y la PNP.
Sexta inmoralidad: Castillo alienta un alineamiento del Perú con regímenes genocidas como el de Venezuela y tiene una agenda secreta con Evo Morales que arriesga la integridad del territorio nacional.
Séptima inmoralidad: envuelto en su demagogia Castillo está precipitando una enorme crisis económica que acaba de coronarse con el atentado contra la estabilidad de 64 mil peruanos en las empresas mineras compelidas a cierre.
La lista de inmoralidades es muchísimo mayor. Pero con esta muestra basta para entender que, aun cuando no se llegase al número necesario de votos parlamentarios para lograr técnicamente la vacancia, Pedro Castillo sí debe comparecer ante el Congreso y dar explicaciones sobre su atrabiliaria gestión. En paralelo la presidenta del Consejo de Ministros también amerita ser interpelada por su temeridad al frente del Gobierno.
De modo, pues, que toda la verborrea marxista sobre el pretendido “golpe” no solo carece de sentido, sino que se pinta como lo que es: una actitud cómplice y antipatriota con un régimen repudiable.
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