Se le llama la «pandemia en la sombra»: en el contexto de los confinamientos y de la convulsión social provocada por la crisis sanitaria mundial, se está produciendo un aumento de la violencia física, sexual y emocional contra las mujeres.
La evidencia no hace más que aumentar. En Nigeria, el número de casos comunicados de violencia de género vinculada a los confinamientos ha aumentado en más del 130%. En Croacia, las violaciones denunciadas aumentaron un 228% durante los primeros cinco meses de 2020, en comparación con 2019.
Para muchas mujeres de todo el mundo, no hay lugar más inseguro que sus propios hogares. En un momento en que el mundo conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se hace patente que la pandemia ha empeorado esta violencia.
Cualquier forma de violencia es del todo mala y una violación de derechos humanos básicos. Un nuevo estudio del personal técnico del FMI muestra que la violencia contra las mujeres y las niñas representa una grave amenaza para el desarrollo económico en África subsahariana, una región donde la violencia doméstica está generalizada.
Los resultados de nuestro estudio sugieren que un incremento de 1 punto porcentual de la violencia contra las mujeres se asocia a un nivel un 9% inferior de actividad económica (aproximada por luces nocturnas, o nighttime lights).
Una pérdida para la sociedad
La violencia contra las mujeres y las niñas tiene un efecto multidimensional sobre la salud general de la economía, tanto a corto como a largo plazo.
A corto plazo, las mujeres de hogares violentos tienden a trabajar menos horas y a ser menos productivas cuando trabajan. A largo plazo, los altos niveles de violencia doméstica pueden reducir el número de mujeres en la fuerza laboral, minimizar la adquisición de competencias y la educación de las mujeres, y resultar en una inversión pública menor en general, ya que se dedican más recursos públicos a servicios sanitarios y judiciales.
Estudios anteriores han concluido que la violencia doméstica cuesta a una economía dada entre el 1 y el 2% del PIB. Sin embargo, estos estudios utilizan mecanismos sencillos de contabilización y no suelen tener en cuenta la posible causalidad inversa.
Nuestro estudio adopta un nuevo enfoque, y hace corresponder datos extensos de encuestas a mujeres de la región con imágenes por satélite y emplea métodos técnicos adecuados para solucionar los problemas de endogeneidad.
Analizamos los datos de la Encuesta Demográfica y de Salud de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, desde la década de 1980 hasta la actualidad. Las encuestas incluyen preguntas concretas a las mujeres sobre malos tratos.
Los datos proceden de 18 países de África subsahariana, y abarcan más de 224 distritos y más de 440.000 mujeres, que representan aproximadamente el 75% de la población femenina de África subsahariana.
De las encuestas se desprende que más del 30% de las mujeres en la región han sufrido alguna forma de abuso doméstico.
Para medir el impacto sobre el desarrollo económico a nivel de distrito, comparamos los datos de encuestas con los datos de satélite sobre luces nocturnas de la Oficina Nacional de Estados Unidos de Administración Oceánica y Atmosférica. Los datos de satélites de luces nocturnas pueden ser una herramienta importante para medir la actividad económica cuando no se dispone del indicador de actividad económica más utilizado, el producto interno bruto, a nivel subnacional.
Hallamos que los niveles altos de violencia contra las mujeres y las niñas se asocian con una menor actividad económica, debido principalmente a una caída importante en el empleo femenino. La violencia física, psicológica y emocional que las mujeres sufren hace que les resulte más difícil conseguir o mantener un trabajo.
Según esta conexión, si los países de África subsahariana de la muestra redujeran el nivel de violencia de género hasta niveles más cercanos al promedio mundial del 23% de mujeres que sufren abusos, podrían darse ganancias del PIB a largo plazo de aproximadamente el 30%.
Los estragos de la pandemia
Una recesión económica, como la provocada por la pandemia, puede contribuir a un repunte de la violencia doméstica. Este repunte aumenta los costos económicos de la violencia doméstica en comparación con épocas normales.
Nuestro estudio también ha hallado otro tipo de evidencia del impacto negativo de la violencia doméstica sobre la actividad económica. La violencia doméstica es más perjudicial para los países sin legislación que proteja contra la violencia doméstica y para los países ricos en recursos naturales, donde las industrias extractivas suelen desplazar a los empleos más centrados en las mujeres y dar lugar a que estas tengan una menor capacidad económica.
También hallamos que los costos económicos de la violencia contra las mujeres son menores en países como Sudáfrica, donde la brecha educativa de género entre los miembros de la pareja es menor y donde las mujeres tienen más capacidad de toma de decisiones que en otros países de África subsahariana.
Acabar con la violencia contra las mujeres es un imperativo moral no discutible, y nuestro estudio muestra que también es importante desde el punto de vista económico. Los costos económicos de la violencia doméstica son mayores durante las fases de contracción y podrían hacer que la recuperación sea más difícil.
Los países deben adoptar medidas ahora para fortalecer la legislación y la protección contra la violencia doméstica. Contar con leyes firmes es fundamental para frenar la violencia contra las mujeres, proteger a las víctimas de violencia doméstica y fomentar la participación de las mujeres en la fuerza laboral.
Mejorar las oportunidades educativas de las niñas es un paso importante a largo plazo. Reducir la brecha educativa de género proporciona a las mujeres mayor libertad económica y menos posibilidades de ser influenciadas y controladas por hombres.
En los esfuerzos por reconstruir mejor tras la pandemia, las políticas de apoyo a las mujeres y de lucha contra la violencia de género son más importantes que nunca.
Nota de Redacción: Este artículo fue publicado originalmente bajo el mismo título en el blog del FMI https://blog-dialogoafondo.imf.org
Los autores son:
Rasmane Ouedraogo, Economista en el Departamento de África del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde tiene a su cargo la República Centroafricana. Antes de incorporarse al Departamento de África, trabajó en el Departamento de Estadística del FMI (División de Balanza de Pagos) y en el Departamento de Prácticas Mundiales de Macroeconomía y Gestión Fiscal del Banco Mundial. Sus intereses generales de investigación giran en torno al desarrollo económico y la macroeconomía.
El Sr. Ouedraogo es ciudadano de Burkina Faso, y obtuvo su doctorado en Economía de la Universidad de Auvergne, Clermont Ferrand (Francia). Tiene maestrías en economía internacional, economía del desarrollo y gestión de proyectos de la Escuela de Economía Clermont (Francia), y una licenciatura en macroeconomía y gestión del desarrollo de la Universidad de Ouagadougou (Burkina Faso).
David Stenzel es Economista en el Departamento de África del Fondo Monetario Internacional (FMI), donde se encarga de Senegal. Antes de incorporarse al Departamento de África, trabajó como asesor principal del Director Ejecutivo alemán y en el Deutsche Bundesbank en temas de cooperación económica y monetaria internacional. Sus intereses generales de investigación giran en torno al desarrollo, la fragilidad y la macroeconomía. Tiene una maestría en Economía de la Freie Universität Berlin.