Al día siguiente es una película dirigida por Nicholas Meyer y estrenada para la televisión en 1983. Nos cuenta sobre una guerra total entre fuerzas de la OTAN y el entonces Pacto de Varsovia que se intensifica rápidamente en un intercambio nuclear a gran escala entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta sombría ficción de un holocausto nuclear pudiéramos aplicarla perfectamente a la guerra no ficticia a gran escala que el (des)gobierno de Castillo libra contra el Perú, en toda su magnitud, derrumbando los avances como país que tanto y tanto nos ha costado a los peruanos construir en los últimos decenios.
En estos últimos 5 meses, desde el 28 de julio de 2021, cada día, cada minuto hemos confirmado la ineptitud, irresponsabilidad y corrupción del (des)gobierno de Castillo quien le hace un terrible daño al Perú y nos hace retroceder muchísimo en lo bueno avanzado en los últimos 30 años y exacerba los males endémicos de las políticas públicas. Quedarían en teoría 55 meses de (des)gobierno siendo inimaginable el grado de destrucción que podríamos alcanzar como país.
A no dudar nos costará años recuperarnos para alcanzar el ritmo y ratios prepandemia como ejemplo, la pobreza se incrementó del 20% al 30% y la caída estrepitosa del PBI el 2020 fue del -11.1% a pesar que creceremos el 2021 un 13% por el efecto rebote (que el gobierno celebra como si fuera su logro) y el 2022 el BCR prevé un crecimiento modesto no mayor al 3% del PBI.
El (des)gobierno de Castillo viene siendo, en términos de vacunas, el “booster” de la incompetencia que agudiza, qué duda cabe, los males de la pandemia COVID en materia social y económica. Castillo podrá ser de izquierda de cualquier tinte pero su (des)gobierno no le da derecho a destruir al país. Antepone sobre todas las cosas su ideología, su manifiesta falta de liderazgo y de preparación básica para asuntos de estado, dice y se desdice, al final ahuyenta la inversión privada sea nacional o extranjera. No entiende que la inversión privada es el motor de la economía.
Ahora bien, tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Tarde o temprano, uno vez vacado Castillo por incapacidad moral permanente o acusado por la Comisión Permanente del Congreso por delitos o infracción a la Constitución, debido al cúmulo de denuncias presentadas u obligado a renunciar por la presión del “pueblo” ante el alza del costo de vida, mayor desempleo y un hartazgo acumulado, sólo sería un primer escalón para recuperar al Perú de la ineptocracia y retomar los cauces pre pandemia, lo que nos obliga desde ya a pensar en el día siguiente.
Es decir, por un lado, ¿Quién liderará el gobierno de transición que convocará y sobre todo garantizará las nuevas elecciones presidenciables libres de toda sospecha evitando los cuestionamientos de las últimas elecciones? ¿La actual Presidenta del Congreso es garantía de ello? Pensamos que no, debido a las fracturas internas y simpatías de su partido con el marxismo maoísmo de Castillo y marxismo mariateguista castrista del Partido Perú Libre de Cerrón. En esta línea se deberá elegir un nuevo Presidente(a) del Congreso quien ocupe interinamente la Presidencia de la República. Esta persona tiene que gozar del amplio respaldo no solamente político sino de la ciudadanía en general. ¿Seguiremos con las mismas autoridades en el JNE y ONPE?
Y por el otro lado, en las próximas elecciones presidenciales, sabiendo que la izquierda participará de todas formas, explorar la posibilidad de contar con un candidato de consenso vía alianza política de centro y derecha (difícil pero no imposible) con una propuesta de gobierno consensuada que priorice la recuperación de la confianza entre los peruanos, el principio de autoridad en materia de seguridad interna y lo perdido en la economía a partir de fomentar nuevamente la confianza en la inversión extranjera y doméstica y sobre todo en atender las políticas públicas deficitarias como salud y educación principalmente.
En esta línea, a pesar del crecimiento económico experimentado en los últimos 25 años con resultados como: reducción de la pobreza, incremento de las inversiones, mejora de la balanza comercial y de nuestros ratios macroeconómicos, entre otros, debemos hacernos una necesaria autocrítica del porqué llegamos a esta situación. A mi criterio por las siguientes razones:
- En los últimos 20 años se privilegió el crecimiento económico y hubo una menor preocupación por el desarrollo, en especial por la educación, “encargando”, por desidia o desinterés, la educación pública peruana a la progresía y marxistas enquistados en el sector. Entre los grandes males de esta inacción fue permitir que se reescribiera la historia reciente del Perú, bajo sesgo marxista, es decir la guerra contra el terrorismo genocida de Sendero Luminoso (SL) y el MRTA en los 80 y 90 del siglo XX.
- Se permitió la infiltración en el Estado desde el Gobierno de Transición de Paniagua, siguiendo escrupulosamente los dictados de Gramsci, de la progresía caviar y marxistas pro SL, cuyos partidos están vinculados ideológicamente con el Foro de Sao Paolo y hoy Grupo de Puebla, en muchos sectores de la administración pública peruana, como en Justicia, Educación, Cultura,.etc.
- No se cumplió tantos y tantos compromisos de Estado en materia de políticas públicas, en especial en salud y educación, como muestra citaremos el Acuerdo Nacional y Plan Estratégico de Desarrollo Nacional, a cargo del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN), ambos documentos de vital trascendencia pero de carácter no vinculante.
- Negligencia de la clase política desde hace más de 20 años al postergar el financiamiento adecuado de la política pública de salud, destinando al igual que en educación, uno de los presupuestos regionales más bajos en términos del PBI a pesar del explosivo crecimiento económico del Perú de casi 5% del PBI anual nunca antes visto en su historia económica y de los consensos para financiar las Políticas de Estado, Apenas llegada la pandemia al Perú, sabíamos perfectamente el daño e impacto en vidas que nos costaría, crisis que aún no termina por las sucesivas olas, y que fue y es exacerbada por la pésima gestión del Ejecutivo.
- Se mantuvo una ortodoxia en el modelo de economía de libre mercado implementado en el Perú desde 1993 (mal llamado neoliberal por los marxistas y neo marxistas). Una pequeña dosis de heterodoxia en el exitoso modelo económico peruano, hubiera permitido financiar adecuadamente las políticas de salud y educación. La pandemia confirmó que siempre hubo espacio fiscal para financiar estas políticas, como ejemplo el gobierno de Vizcarra pudo implementar un plan de emergencia que destinó más del 12% del PBI.
- A pesar de haber tenido recursos económicos como nunca antes en la historia republicana, se privilegiaron mega obras multimillonarias de escasa o nula rentabilidad social, como la Refinería de Talara, la carretera Interoceánica Sur, los Panamericanos etc. y no se privilegió en igual intensidad políticas públicas de desarrollo (salud, educación, infraestructura etc) contentándose con el crecimiento económico y ser el alumno en la región más aplicado en ratios macroeconómicos amén de que la corrupción en el Perú había crecido mucho más en lo que va el siglo XXI; hay varias fuentes que lo confirman.
Por lo anterior, se necesita una verdadera Hoja de Ruta de consenso para el siguiente gobierno, que en los próximos 3 a 4 años sirva de norte al Perú y se retome la confianza de la ciudadanía, la senda del crecimiento y desarrollo priorizando las principales políticas públicas como salud y educación. En esta línea el nuevo gobierno del Perú, una vez Castillo esté fuera del poder, deberá, entre otras propuestas, considerar:
- Conformar un Gabinete de Ministros de consenso entre los partidos y movimientos de centro y derecha con las mejores credenciales morales, técnicas y políticas que sobre una hoja de ruta trazada reingrese al Perú al rumbo de crecimiento económico y desarrollo nacional sustentado en equipos técnicos de primer orden.
- Reestablecer el principio de autoridad en el Perú, bajo el marco de respeto a la legalidad y DDHH, que permita las garantías de seguridad para los ciudadanos y de los inversionistas. La legitimidad de la protesta social no puede estar por encima del imperio de la ley.
- Cumplir estrictamente los acuerdos, planes estratégicos de desarrollo nacional y de los sectores, documentos que deberán tener carácter vinculante y no declarativos como hasta hoy, así como los compromisos de financiamiento presupuestal de las políticas públicas. Para ello es recomendable que el CEPLAN se eleve a la categoría de Ministerio con voz y voto en los Consejos de ministros.
- Convocar una reforma integral del sector educación con expertos nacionales e internacionales. Se deberá expectorar del sector educación a los marxistas de los más importantes cargos operativos.
- Establecer un “schock de Inversiones Públicas” para reactivar la inversión y aliviar el desempleo de la PEA así como destrabar los proyectos de infraestructura pública en ejecución. en especial en los sectores de transportes, salud y educación.
- Continuar con el modelo de economía de libre mercado, el mejor modelo económico de la historia republicana peruana, establecido en la Constitución de 1993, pero menos ortodoxo y menos rígido, que nos permita financiar progresivamente las principales políticas públicas deficitarias que la ciudadanía tanto reclama.
El compromiso de la clase política peruana deberá ser no volver a cometer el error histórico que hoy vivimos de solo haberse preocupado del crecimiento económico y despreocuparse de las principales políticas públicas para el desarrollo, como son: la educación, y la salud principalmente que a la postre fueron el terreno fértil que la izquierda radical no desaprovechó y que finalmente llegó al poder.
Finalmente, llegará también el momento de señalar a los colaboracionistas con el gobierno marxista. Aquellos que no dudaron en poner sus servicios al nuevo régimen guiados por oscuros intereses personales y de grupo, inclusive estuvieron en el partidor prestos a ser incluidos en las nóminas o favores del gobierno, así como medios y sus plumas al servicio del abortado proyecto totalitario. Juntos con ellos señalar a aquellos que con su silencio cómplice se pusieron de perfil y solamente se preocuparon en cautelar sus patrimonios familiares.
Como diría Jorge Basadre “El Perú es un problema, pero también es una posibilidad”, en alusión a la capacidad de nuestro país para reponerse de los innumerables problemas que lo han afligido como el que hoy abordamos. Hagamos votos en el año del Bicentenario de la Independencia, con la fe puesta en el mañana y renovada en la posibilidad de un mejor país, un mejor Perú, para nuestros hijos y generaciones venideras.
Fernando Palomino Milla