Al cierre del año 2021, ni una sola fuente oficial ha hecho un balance del desempeño gubernamental. Al contrario, han usado como fuentes de referencia para aplaudirse, a sus propios empleados públicos, nombrados por los partidos de gobierno con salarios ofensivos hacia los más pobres y las clases medias que siguen siendo afectadas por la ineptitud y mediocridad de los últimos cuatro gobiernos, sobretodo.
Cero autocrítica, cero informe a la ciudadanía, ausencia absoluta de responsabilidad, gestión y dirección de gobierno. Y sin embargo, siguen allí, felices y “adinerándose” cada vez más con nuestros impuestos. ¿Pero, porqué ocurre esto? Por tres grandes razones:
- No existe una oposición organizada, con unidad y plataforma de respuesta, como alternativa popular de gobierno nacional, con agenda de liderazgo por la Libertad y la Democracia, sino una suerte de panfleteros y sabatinas que quieren ser candidatos a lo que salga en el calendario. No hay espacio, no le dan espacio a dirigentes (que no es lo mismo que candidatos eternos o las que se sienten potenciales a serlo y dispuestas a verse así siempre). Por eso la gente se decepciona y se cansa, se vuelve a decepcionar y se vuelve a cansar.
- No existe un ánimo colectivo que se encienda y salga del corazón y el alma del propio pueblo, porque la desilusión es una coraza que desde antes, domina la piel y cierra esperanzas. Entonces, en cada hogar ya se ha formado un muro de “no participes, no ganas nada, trabajarás para los mismos de siempre”. Frente a esa circunstancia de bloqueo en casa, en el barrio, en el trabajo y desde cada círculo de desenvolvimiento diario, se requiere un nuevo abecedario para la lucha, la protesta y la victoria.
- No existe lealtad a la Libertad y la Democracia, a la palabra empeñada y el honor personal. Por eso, aquí como en Cuba, Venezuela y Nicaragua, los “enchufados” están felices ocupando cargos en el Estado, con sueldos inmensos y carencias profundas para el puesto que les han dado o les han inventado. Y además, otros de estas especies, que se encuentran fuera del país, reciben compensaciones al tuiteo o mensaje en redes sociales, haciendo campaña contra el que disiente o protesta frente a la ultraizquierda.
Por eso, para que la esperanza sea una realidad, hay que limpiar el terreno, destruir “estrados de ilustrados”, de esos que se reciclan a voluntad y pervierten la política.
El Perú seguirá aguantando más, es duro de roer y generoso de dejar pasar aún a los más imbéciles para que lo sigan destruyendo. Pero en cada casa de familia, en cada mesa de familia destruida en su trabajo y emprendimiento, hay una cólera que crece y sigue aumentando con pausa, pero sin prisa. Y en esa especial condición sólo se tiene dos caminos: salvación o revolución. Tengamos presente eso, porque el camino es salvación, no revolución.