Existe un lugar donde se han elaborado más de treinta mil leyes y seiscientas mil normas reglamentarias, una nación donde cada día se redactan y oficializan más de sesenta dispositivos legales de cumplimiento obligatorio, un país donde para tener las cosas claras –no se rían-, se dice que nadie es ignorante ante la ley, lo que supone que cada ciudadano tiene el deber de conocer estas estructuras del Estado de derecho.
Pero, en un país así… ¿Se puede vivir? De ninguna manera existe vida y libertad en un ambiente de esa absurda naturaleza y por ello, hay que limpiar lo que no sirve, lo repetido que estorba, lo mismo que daña y lo tonto que subsiste.
¿Y saben cuál es la solución que algunos creyeron era la ideal? Encargarle a unos cuantos congresistas que hagan ese trabajo de limpieza, ordenamiento y calificación, cuando es una tarea inmensa, gigantesca y además, limitante de las funciones de cada parlamentario. Sin embargo, allí se puede ver algunos pocos, escasísimos congresistas haciendo los esfuerzos que la mayoría no realiza, pero ese trabajo no avanza como se exige y no avanzará como uno quisiera observarlo, porque los congresistaa tienen su agenda, sus intereses personales, siempre contrarios a los del país.
Pero vayamos a otros “efectos y defectos” de esa maraña legal, como la vigencia de gobiernos que amparados en algún resquicio de la legislación y sus inconsistencias, se agarran de uñas para seguir implantando cualquier abuso y así, garantizan el respeto a la corrupción y la defensa de la impunidad.
Hoy en día, para no hablar de temas como que el presidente no sabe leer o porqué siempre usa sombrero si antes nunca lo hizo, si se viste como Evo Morales y sufre de complejos como Nicolás Maduro, o que tiene miedo de declarar a los periodistas y huye de los discursos porque sólo sabe gritar arengas preparadas y causar violencia en las calles, hoy en día debemos dejar de observar lo que flota sobre el agua, para mirar adentro, allí donde se está germinando el fin de las libertades y el ahorcamiento de la democracia, en un juego de intereses que junta complicidades desde los organismos electorales, los medios de comunicación alquilados al gobierno, las ONG de eternas subvenciones y planilla estatal, algunos gremios oportunistas y mercantilistas, hasta la denominada “academia”, la extensión elegante del delito y sus justificaciones ante la sociedad.
Vivimos en un país que está retrociendo, amargado, sin alegrías, estimulado en el odio y la violencia desde el gobierno y los medios que se sirven de nuestros impuestos y le sirven titulares, programas, editoriales y noticias bombardeadas para asegurar más odio, resentimiento y aburrimiento hacia la política. Medios que martillean segundo a segundo el odio contra todo lo que sea éxito, solidaridad, empresa, esfuerzo, ahorro, libertad, familia, valores, principios, amor al Perú.
En un país lleno de complicaciones, los ciudadanos no pueden estar llenos de silencio, deben hablar, pensar, escribir, gritar, reir, rechazar, discrepar, discutir, combatir la desazón, juntarse, corregirse unos a otros, armar planes, hacer tareas, luchar…. eso, luchar como cada uno sabe o puede. Y la tarea es muy sencilla, la recojo de una frase de alguien que no conozco y la ví en el Facebook de un buen amigo: “O actuamos ya, o nos caemos todos”. Esa es la urgencia de nuestra razón de ser y existir. Un abrazo al que la escribió.