A raíz de la ingobernabilidad por un lado, y de la manifiesta evidencia de encontrarnos bajo el sometimiento de una suma de minicárteles criminales operando desde el poder en abierta complacencia con grupos mercantilistas y de las fuerzas armadas, de los clásicos medios de comunicación alquilados al poder y de los operadores financieros que no dejan de usar las estructuras de la Academia para corromper al Estado, existe una suerte de acuerdo no escrito que hace coincidir a todos –buenos y malos en la misma película nacional- que Castillo “es” el del problema y debe ser vacado o tiene que renunciar.
Esa visión cortoplacista, esa interpretación de la realidad es algo limitado y limitante, porque de lo que se trata –y no lo ven con la claridad necesaria- es de romper la posibilidad de darle continuismo a la ingobernabilidad y a los minicárteles que simplemente cambiarían de cómplice. Se trata de evitar que el comunismo siga penetrando en las estructuras legales del Estado con agentes encubiertos, con peones ideologizados, con mercenarios y delincuentes que se vuelven proveedortes de una red muy amplia que sigue silenciosamente avanzando para dañar todo nivel de decisiones en cada escalón de gobierno nacional, regional y local.
No se puede decir únicamente “que Castillo renuncie” “Castillo vacancia”, eso es la mitad de la gangrena, la mitad de la miseria. Tenemos que extirpar todo y ese todo es Castillo y Boluarte, los promotores enfadados de la idiotez esa de una nueva constitución, sino, renacerán de las partes infectadas más “castillos” que sean el cimiento de más “boluartes” y ambos, juntos o en partes, avalados por Cerrón, Bermejo, Nájar y la recatafila de la banda del resentimiento revolucionario de la ultraizquierda. ¿Quieren eso?
Lamentablemente, al no tenerse partidos políticos organizados con estructuras activas y representativas de la voz popular en cada localidad –esa es la palabra- y una organización nacional eficiente (unidades territoriales y un solo comando nacional de dirigentes, líderes políticos y no loquitos pretendiendo ser siempre candidatos), el grito de #VacanciaYa es una bandera de las redes sociales básicamente, abrumadora por cierto, pero que no accede a tener espacio de representatividad en el Congreso por ejemplo –salvo excepciones entre las excepciones-, en los medios de comunicación independientes –salvo también, excepciones entre las excepciones- y en las calles, salvo cuando se han animado algunos y con mucha entereza.
Entiendan, el país necesita que se vayan los dos: Castillo y Boluarte, porque son lo mismo, el matrimonio del odio y la violencia, de la soberbia y la vanidad, de la ineptitud y la mediocridad.
El Perú reclama Libertad y Democracia, en reemplazo de Castillo y Boluarte.
Es hora, ahora es la hora.
Imagen referencial, captura de pantalla en campaña electoral