Hace tan sólo 2 años, los Estados Unidos eran la primera potencia del mundo Occidental. Eran los líderes del mundo libre, el mundo lejano al socialismo y al comunismo. Eran los líderes de los países basados en conceptos republicanos, de los que en una medida u otra, aún respetan la libertad individual. Los Estados Unidos eran un ejemplo de legalidad, un ejemplo de país donde todos eran iguales ante la ley y ésta era aplicada, en su mayoría, sin sesgos ideológicos, aunque el lawfare de la era Obama ya había cobrado fuerza.
Fue cambiando el gobierno, y los demócratas lograron legalizar el robo menor de $900 en California. Han avanzado leyes para legalizar la pedofilia, y para destruir todo lo que cimienta la familia como base de la sociedad. Todo, para destruir la sociedad americana que hacía fuerte a ese país. Erosionar las instituciones, destruir a la clase media. Tal y como lo dicta el Foro de Sao Paulo, y cómo se está haciendo en todo el mundo de tradición judeo-cristiana.
Los Estados Unidos demócratas han dejado claro que no son amigos de la justicia, aplaudiendo, defendiendo y apoyando a quienes violan nuestras leyes, a quienes escupen en la cara de la justicia, a quienes ven la Constitución como carta higiénica, siempre que apoyen los intereses demócratas en nuestros países. Son sus peones, sus herramientas, sus tontos útiles que hoy sirven a un objetivo pero mañana serán descartados. Especialmente cuando cambie el balance de poder y los Republicanos recuperen el dominio del Congreso. Para mientras, esconden los crímenes de sus propios como Hunter Biden, Hilary Clinton, Nancy Pelosi, Todd Robinson, Kemala Harris y el propio Biden.
Han dejado clarísimo que no son amigos de nadie. Vean Afganistán, Ucrania, Israel, OTAN, etc. En Europa han perdido credibilidad y respeto rapidísimo. Rusia es cada vez más fuerte. Alemania ha debido plegarse a Rusia para tener su tan necesario gas natural. China es una potencia clara y fuertísima. Antes de Biden, los Estados Unidos eran respetados. Pero los demócratas no entienden que el respeto no se impone, se gana.
El Presidente Nayi Bukele, sea lo indescifrable que sea, ha demostrado que defender la soberanía nacional es una clara prioridad para él. Ha puesto en su lugar a “la potencia” y no ha sufrido mayores consecuencias, La balanza comercial sigue igual, las remesas siguen ingresando, no ha sido agregado a la Magnitsky, y por más que quieren, no se doblega. Es amigo de quien quiera, y hace lo que piensa es mejor para su país, errado o acertado.
Por cobardía, miopía, oportunismo e ignorancia, Chile, Perú, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Argentina están en manos socialistas. Brasil podría caer nuevamente, por la gente embobada por la izquierda, que ya saben es ladrona y oportunista, pero como autómatas eligen. La elección entre ladrones que les dejen libres y ladrones que les quiten su libertad, pareciera obvia. Colombia podría caer en manos de un inepto, que cuando habla es tan ofensivo al raciocinio cómo el chileno degenerado que tienen por Presidente.
Los pueblos debemos tener dignidad, orgullo patrio. Debemos defender nuestra identidad y nuestra cultura. No dejarnos dividir y polarizar aún más como ellos quieren. La diversidad cultural es riqueza, no pérdida. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Todo es cuestión de ver lo que es obvio.
Los gobiernos y los pueblos deben elegir entre defender su cultura y su soberanía, o plegarse al nuevo orden mundial. Llegó la hora de afrontar las consecuencias de nuestras propias acciones y tomar responsabilidad por nuestro propio destino.
Imagen referencial, captura de pantalla de AIME un programa educativo australiano, Laurent Witz