Quiero comenzar esta columna aclarando que en mi opinión, solamente cinco congresistas merecen mi respeto, sólo cinco que jamás he visto autopromoviéndose para otros cargos o haciendo de la demagogia o el populismo su discurso. Tres son bastante jóvenes y muy bien instruídos. Dos que les acompañan en partidos distintos, son mujeres valientes, patricias.
Frente a ese drama ciudadano –el de no poder tener más de cinco voces por la democracia-, seguimos evidenciando que más de cien “congresistas” son la acostumbrada porquería de la política peruana y esos más de cien, son individual y colectivamente la miseria, la cobardía, la hipocresía y el lamento de la mediocridad, la ineptitud y la bajeza moral que jamás debería volver a obtener un solo voto. Pero me dirán, es el Perú de siempre. Y les diré, no, así no es mi Patria, así no la vemos, ni la queremos ver los jóvenes que honramos nuestra vida y nuestra herencia de nación, porque ni venimos de esa suciedad, ni iremos a ese turbio destino, jamás.
Si estás o no estás de acuerdo con mis opiniones, no me interesa. La pelea, la discusión –llámale como quieras a la discrepancia-, no es contigo. El problema trasciende a todos, es el país herido del que nos habla Ricardo Escudero siempre:
“Una nación sangrante, que no se levanta, que apenas gime de dolor y ya no brota lágrimas en desesperación. Pero está allí, aún parpadeando, aún con esperanzas, queriendo alzarse. Eso es lo maravilloso del Perú, ese país fabuloso que todos golpean, esas gentes confiadas que siempre se saben engañadas en su humildad, pero que algunos días pasados y luego, que algunos días futuros, van a cambiar para siempre este drama de seguir en silencio, conformistas, apagados. Lo vamos a lograr, pero el impulso debe darse en amplitud y rebeldía, rebeldía activa como alternativa popular, rebeldía sin escombros, rebeldía sin cobardes, rebeldía sin silencios”
Nosotros los más jóvenes en edades, junto a los que acumulan juventud en experiencias, tenemos en nuestras palabras y votos, en nuestras frases y talentos, en nuestros himnos y cantos, la respuesta; pero seguimos preguntando ¿Qué hacemos? ¿Seguimos confiando? ¿Seguimos en una larguísima tregua de rodillas?
En la vereda del frente, si miramos con pausa, van andando los congresistas de la mano de los ministros, y muchos de esos congresistas han sido o son, o quieren ser ministros para robar a doble forro. Cobardes ladrones, eso es lo que son. ¿Te parece mal que lo diga? No me importa, al ladrón se le dice ladrón. ¿Y que se hace con los ladrones?
Por eso, entonces, si nos fijamos mejor, el problema en la oposición es la oposición misma, porque se le da a algunos congresistas y algunos que lo fueron –y muy malos por cierto-, la cabeza de playa, la orilla del rescate. Ese es el primer gran error. Ellos no son nada, no son nadie, son lo mismo que el gobierno y por eso decimos “que se vayan todos y no vuelvan nunca más”.
La suma de los traidores de antes y los traidores de ahora es la “tregua”, el comprender, dicen, que “estamos evaluando y monitoreando el mejor momento”. ¿Y les creemos? No pues, ingenuidades no.
¿Se dan cuenta porqué no han habido dos Miguel Grau en la historia del Perú? ¿Se dan cuenta como nos engañan los que reciben un voto? ¿Pueden abrir los ojos por primera vez en sus vidas, levantar la voz y mandar al diablo a todo eso que se llama hipócritamente democracia, para poder reconstruir los caminos de la Libertad? ¿Pueden o les da miedo?
Epílogo: vivimos en una permanente sensación de traición, los congresistas de la oposición, son los más fieles sirvientes del totalitarismo y del gobierno de ultraizquierda. Están postergando la salida de Castillo y Boluarte mientras hacen negocios con el Estado y para eso, tienen mil argumentos y mil actitudes sospechosas que son evidencia de esas traiciones.
…La próxima marcha deberían colgarlos de un poste a esos traidores, a esos cobardes.
Imagen referencial, Rocky Hoger, Sweden