Cada mañana cuando nos levantamos y encendemos la televisión, la radio o revisamos nuestras redes sociales, el panorama es un “dejá vu”, una repetición del día anterior, y del anterior y de cada uno de los que le antecedieron, porque las noticias son similares en sus contenidos: asesinatos, violaciones, robos, acuchillamientos, atropellos y fugas, peleas entre grupos de jóvenes, asaltos a establecimientoe comerciales, una bala matando a un inocente, una niña víctima de redes de pedofilia, policías cobrando cupos a transportistas, políticos mintiendo, periodistas justificando el desastre y defendiendo organizaciones criminales, esos mismos periodistas atacando a gentes honestas y que intentan trabajar por un cambio hacia el progreso y el desarrollo… todos los días es lo mismo, con otras caras, pero lo mismo en el fondo y en la forma.
No es la corrupción un problema, ya es nuestro aire diario contaminado. No es la corrupción algo extraño, es parte del ADN nacional y llegamos muchos –tal vez tú no, pero muchos sí- a creer que por ejemplo, darle unos soles a alguien para “acelerar un trámite”, no es corrupción. O que entregarle un billete al policía que detuvo el vehículo por no tener el SOAT o la revisión técnica, es como “una propina, una gaseosita, una ayuda” a fin de evitarle al Policía el trabajo administrativo y el imponer una multa que no es necesariamente obligatoria en este momento, justo en este momento. Y sale la frase “estamos para ayudarnos”, que en verdad debería ser, estamos para corrompernos.
La corrupción ya es un circuito de vida, como la sangre que fluye en cada uno, pero a diferente escalas. Por eso hoy estamos en la era de la impunidad y avanzamos a la “era de la ira”, que es justamente el lugar adonde no deberíamos llegar, porque hablaríamos del caos absoluto, de los enfrentamientos imparables y del imperio del poder más oscuro, más degradante y más abominable, algo que ni imaginándolo podríamos describir.
Es el país ya podrido, la etapa final de la inmundicia cuyas causas son políticas, educativas –por ausencia de educación reciben cualquier instrucción-, causas culturales en fin de cuentas. Es un impacto contracultural hecho a base de negaciones de lo positivo, de lo correcto.
Corrupción, impunidad, ira. Triste final si no construímos respuestas ahora mismo.
¿Seguiremos expectantes, en silencio, pensativos, esperando a ver si algo ocurre?