El sábado estuve desde temprano en el punto final de una Marcha que me llamó la atención por el entusiasmo de la gente, por la sincronía de los esfuerzos (colectivos y grupos más organizados, mejor identificados, en orden y secuencia de respeto unos a otros) y en especial, por que no hubo ni enfrentamientos, ni celos, ni excesos, algo que se observaba antes y por momentos, algo que era casi como un reflejo de “otras marchas”, donde al final te obligan a llegar a un estrado que sirve de plataforma de aplausos para advenedizos, figuretis, traidores, alquilados y reciclados -salvo una o dos excepciones-, es decir, una plataforma al estilo caviar o peor aun, casi casi como lo de las izquierdas y esa imagen, ese torpe final, no es la identidad de la gente de un país que trabaja, que se esfuerza, que es honesto y no quiere ni comunismo, ni pastrulos, ni locas sebosas, ni políticos de pacotilla haciéndose los aplaudidos, cuando todos los rechazan.
La Marcha por una mejor Democracia –así la defino yo-, fue un encuentro de ciudadanos y de voces unidas por un mismo sentimiento, alejados de radicalismos, alejados del odio y la violencia como aquella que desde el gobierno se lanza a diario contra las mujeres, contra los periodistas jóvenes, contra los ancianos, contra el país.
Me gustó ver en la Plaza San Martín, que a eso de las 4pm llegaban jóvenes y algunos no tan jóvenes con sus banderas peruanas, con camisetas de la selección nacional o polos blancos y estando esparcidos y sin conocerse, se fueron acercando hasta que alguien, un señor cincuentón, frente al cruce de la Plaza con La Colmena, se puso cara a cara con los de la horda comunista que estaba acampada allí y les pidió que se retiren, pero –lógicamente- esos malhechores de la izquierda aliada del gobierno se envalentonaron en su contra.
Sin embargo, fue interesante que patriotas del Apra y colectivos muy aguerridos se unieran y, junto a estos ciudadanos y ese señor que asumió algo así como el liderazgo del momento, formaran una fuerza conjunta para ir a retirarlos, logrando arrimarlos a un lado de la plaza hasta que llegados más peruanos en la Marcha por una mejor Democracia, se les puso punto final, sacándolos del espacio que nos tocaba ocupar.
Se los comento como un ejemplo, un hecho del cual hay que sacar ideas y experiencias para estar mejor coordinados y hacer tareas conjuntas, como limpiar el terreno de nuestro destino, las calles de nuestro camino y algo más, la gente que hace uso de la palabra, así sea en momentos aisaldos, debe tener unidad y no caer en el lenguaje imitador de las izquierdas, esa suerte de gritos e incoherencias, fanatismos desbordados o provocados que hacen repulsivos algunos momentos.
En ese esentido, debemos contar con una supervisión interna, constante, aceptada, de todos y para todos, porque no se puede tolerar –por ejemplo- que una desquiciada se infiltre entre nosotros e insulte a otros compatriotas, así piensen distinto, así tengan las banderas de lo que quieran representar o se sientan identificadas en posiciones distintas. Hay que respetar al ausente y al presente, como ellos tienen el deber de hacerlo con nosotros, así estemos ausentes o también estemos presentes.
En lo que sí no podemos ser tolerantes, es ante las hordas que como esa desubicada que les menciono, se ponen también agresivas, violentas, insultantes y en actitudes de provocación. A esas gentes hay que retirarlas primero por las buenas y luego, con la fuerza de la razón.
Estemos listos para la siguiente convocatoria, esa que es en casa, en el barrio, en el trabajo, en el ómnibus, en la playa, en la cola del cine o la panadería, en el partido de futbol o en la caminata o bicicleteada. Estemos listos a cada instante con nuestra mirada, con nuestra voz, escuchando y respondiendo, porque una mejor Democracia requiere mejores ciudadanos.
Imagen referencial: 5M Fotografía de Patricio PEC