La invasión de Rusia a Ucrania ha generado un gran repudio en todo el mundo, aunque, por supuesto, no faltan los respaldos a la agresión de Vladímir Putin y las justificaciones disimuladas de algunos sectores. Una de ellas señala la “hipocresía” de Occidente, ya que, dicen, se condena a los rusos pero no a Israel por sus acciones hacia los palestinos; o, como afirman algunos, “la invasión israelí a Palestina”.
Con esta comparación, claro está, se pretende equiparar el conflicto entre Rusia y Ucrania con el de Israel y los palestinos. Sin embargo, no voy a andar con vueltas, no hay ninguna relación entre los caprichos imperialistas de Putin y un país que se defiende de bestias fanáticas y asesinas que claman por su destrucción a diario.
En primer lugar, Rusia está invadiendo un país independiente; en cambio, Palestina no lo es aún y nunca lo fue. Tuvieron la oportunidad de serlo, no solo en 1947, sino en varias oportunidades, cuando Israel extendió su mano para la paz y ofreció a los palestinos un Estado independiente en casi todo el territorio que hoy siguen reclamando. Sin embargo, el rechazo palestino siempre ha sido automático; y es que no se trata de un conflicto territorial: quien así lo crea, no entiende de qué va. De hecho, Israel se retiró unilateralmente de Gaza en 2005 y la situación empeoró, los ataques contra el Estado judío se intensificaron. De construir, poco y nada; de destruir, todo. ¿Con esa gente pretenden que los israelíes negocien? En cuanto a Cisjordania, aún hay asentamientos israelíes allí, capturados por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967, una de tantas guerras defensivas impuestas al Estado judío. Por supuesto que se puede alcanzar un acuerdo sobre este asunto, tal como se hizo con Egipto a fines de los años 70, cuando Israel entregó la Península del Sinaí a cambio de paz, pero para ello ambas partes deben buscar la paz, no una sola.
En segundo lugar, los ucranianos no quieren arrojar a los rusos al mar, no claman por su exterminio a diario en las instituciones educativas, los medios de comunicación y a nivel político. En cambio, la organización terrorista Hamás –que gobierna en la Franja de Gaza– y la Autoridad Palestina –que controla Cisjordania– piden por el exterminio de Israel y los judíos, aunque el Gobierno de Mahmud Abás lo haga con algo más de disimulo (puertas adentro) que Hamás.
En tercer lugar, los ucranianos no lanzan misiles indiscriminadamente sobre población rusa por el simple hecho de que los que están al otro lado de la frontera sean rusos o bien para exigir que Rusia y otros países les entreguen dinero, tal como lo hacen Hamás y otras organizaciones terroristas palestinas en Gaza cuando atacan a Israel.
En cuarto lugar, los ucranianos reconocen a Rusia como país independiente y a Moscú como su capital, algo que los palestinos no están dispuestos a hacer con Israel, ya que no reconocen al Estado judío ni a Jerusalén como su capital, debido a que en su afán de arrojar a los judíos al mar piden liberar toda Palestina y Jerusalén.
En quinto lugar, los ucranianos no intentan cruzar a diario a Rusia para asesinar a civiles a tiros, a puñaladas o utilizando explosivos, algo que a menudo ocurre con terroristas –lobos solitarios o miembros de una organización extremista– que buscan ingresar a Israel para asesinar infieles.
En sexto lugar, si los rusos bajaran las armas, los ucranianos no cruzarían a Rusia para intentar exterminar a la mayor cantidad de rusos posible, sino que habría paz en la región. Sin embargo, si Israel no toma medidas defensivas, desaparecería en segundos.
En séptimo lugar, si bien son cautelosos, los liderazgos palestinos apoyan discretamente a Rusia en el conflicto debido a su antioccidentalismo y al continuo respaldo que reciben de Rusia en la arena global, aunque Moscú no pretende enemistarse del todo con Israel, y de hecho el primer ministro israelí –Naftalí Bennett– está intentando mediar entre Rusia y Ucrania, aunque con pocas probabilidades de tener éxito, claro.
En octavo lugar, los ataques rusos se asemejan a los de las organizaciones terroristas palestinas, que son indiscriminados. De hecho, los grupos violentos en Gaza o Cisjordania atacan a la población civil en Israel intencionalmente, y en el enclave palestino suelen lanzar cohetes entremezclándose entre civiles palestinos para entorpecer las ofensivas israelíes, ya que las fuerzas del Estado judío intentan evitar bajas que no estén relacionadas con los combates. De hecho, Israel atiende incluso a los terroristas que resultan heridos tras cometer un ataque. Es fundamental destacar esta diferencia moral, digan lo que digan las voces que se dejan llevar por la propaganda propalestina, tan bien elaborada.
En noveno lugar, es necesario señalar las diferencias político-sociales que hay en Rusia, Gaza y Cisjordania, por un lado, y en Israel por el otro. En este último, todos sus ciudadanos gozan de idénticas libertades: pueden expresarse, trabajar, estudiar y participar en política o en cualquier otra área de la sociedad sin distinción de raza, religión ni color, en tanto que los rusos y los palestinos viven bajo tiranías sanguinarias que, por distintos motivos e ideas, los oprimen con mano dura.
Ahora bien, aquellos que hacen este tipo de comparaciones, ¿realmente se oponen a las invasiones o a la guerra? Los liderazgos palestinos, si pudieran hacerlo, invadirían Israel y lo destruirían, y de hecho se podría considerar una invasión a pequeña escala cuando terroristas ingresan al Estado judío desde Gaza, Cisjordania o incluso desde el Líbano y Siria para atacar a israelíes.
Israel no se encuentra en conflicto con liderazgos amantes de la paz o que buscan una solución al conflicto, sino con liderazgos totalitarios y sanguinarios –especialmente con los mismos palestinos– que aman la guerra y que buscan el exterminio de sus vecinos. De hecho, incluso sus hermanos árabes se hartaron y les están dando la espalda, por lo que el Medio Oriente está aceptando a Israel y cada vez más países árabes y musulmanes están firmando acuerdos o acercándose al Estado judío. Lo curioso es que mientras en esa región la situación está cambiando para bien, en Occidente está yendo de a poco para el otro lado. Pero este asunto amerita un artículo separado.
¿Quieren la paz los que comparan a los palestinos con los ucranianos? Algunos seguramente sí, pero la paz no se alcanza ingresando en el juego de victimización propuesto por aquellos que aman la guerra y la destrucción.
Nota de Redacción: El presente artículo es una autoría de Leandro Fleischer, Subdirector de la edición en español del diario israelí ‘Ynet’.
Leandro es autor del libro “Relatos de un progre” que en Amazon.com se puede adquirir
“Estos cuentos son de un valor enorme, ya que por la vía del humor, Fleischer deja al desnudo muchas de las contradicciones en las que caen los progres, contradicciones que hunden al país en una profunda y absurda decadencia. Estos progres son fuertes defensores de las políticas de protección de la industria nacional pero se quejan de los altos precios locales, y cuando se les da la oportunidad viajan al exterior para volver con valijas cargadas de productos. Se suman de manera ferviente contra la violencia de género pero están pendientes de conseguir el último video porno casero de alguna mujer. Son grandes defensores de la salud pública y gratuita pero tienen una prepaga. Viajan a Cuba, y frente a la dura realidad se niegan a aceptar los datos; veneran a Fidel Castro, al Che Guevara y a todo régimen comunista asesino que se presente en el mundo, al tiempo que se declaran defensores de los derechos humanos. Están en contra del trabajo en negro, pero tienen empleada doméstica por hora sin registrar. Y así continúa la lista de contradicciones que se presentan a lo largo del libro”