La inflación interanual aumentó a 6,15 por ciento en febrero, desde 5,66 por ciento en noviembre, impulsada por el mayor precio de los alimentos con alto contenido importado, los combustibles; así como por la depreciación del sol.
La inflación sin alimentos y energía aumentó de 2,91 a 3,26 por ciento en el mismo periodo, ubicándose por encima del rango meta. Los diferentes indicadores tendenciales de inflación se ubican por encima del rango meta, aunque se observa cierta moderación en su dinámica entre los meses de enero y febrero.
A partir de la información disponible, y teniendo en cuenta la recuperación gradual de la actividad económica, se proyecta que la inflación interanual retorne al rango meta a inicios del segundo trimestre de 2023 y converja hacia su valor central hacia fines del horizonte de proyección.
Esta proyección asume la reversión del efecto de factores transitorios sobre la tasa de inflación (tipo de cambio, precios internacionales de combustibles y granos) en un contexto en que la brecha del producto se irá cerrando gradualmente, y donde continúa el retiro gradual del estímulo monetario y las expectativas de inflación retornan al centro del rango meta en los siguientes meses.
Dado los recientes eventos de conflicto internacional, se ha elevado el sesgo al alza en la proyección de inflación.
Los riesgos en la proyección consideran principalmente las siguientes contingencias:
- incremento en los precios internacionales de los alimentos y combustibles debido a los problemas de producción y abastecimiento;
- persistencia de la inflación a nivel mundial y su posible impacto sobre las expectativas de inflación y sobre el crecimiento económico mundial;
- un menor nivel de actividad local de no recuperarse la confianza empresarial y del consumidor y
- presiones al alza del tipo de cambio y mayor volatilidad en los mercados financieros por episodios de salidas de capitales en economías emergentes o aumento de la incertidumbre política.
La mayoría de indicadores contemporáneos y adelantados relacionados a la inversión privada se han deteriorado en los dos últimos meses, luego de haber registrado una evolución favorable iniciada en mayo del año pasado. Esto se debe a la incertidumbre política y su impacto negativo sobre la toma de decisiones de inversión.
Las expectativas de los empresarios acerca del futuro de la economía se recuperaron en diciembre y enero debido al mejor contexto político. No obstante, en febrero el indicador a 3 meses prácticamente no varió y se mantuvo en el tramo pesimista, mientras que el indicador a 12 meses cayó ligeramente, explicado por los nuevos riesgos potenciales en torno al escenario político.
Se espera que las menores expectativas empresariales generen un estancamiento de la inversión no minera a lo largo de 2022. En tanto, se prevé que la inversión minera se reduzca ligeramente. Con ello, la inversión privada registraría un crecimiento nulo para 2022.
La inversión bruta fija, en porcentaje del PBI real, se reduciría 0,7 puntos porcentuales del producto hacia 2022, respecto a lo registrado en 2021, ubicándose en un nivel ligeramente inferior al de 2015. Se espera que la inversión se reduzca nuevamente en 2023 a 24,7 por ciento del PBI real, como consecuencia de la reducción de las expectativas de los empresarios. Para que la inversión se incremente se requiere preservar la estabilidad económica y financiera, consolidar un entorno adecuado de negocios y realizar reformas que apuntalen la productividad de la economía.
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