Los acontecimientos que se vienen cumpliendo en el país, son el resumen de la ira que se está apoderando entre la ciudadanía frente a la ausencia de un gobierno nacional que haga cumplir su mandato constitucional, frente a la carencia de gobiernos regionales que sean expresión popular de gestión en cada departamento y frente a la inoperatividad de los gobiernos locales, convertidos en agencias de empleo temporal y pequeñas cuevas burocráticas que usan los tributos municipales para lucrar.
Todos los estamentos de la representatividad ciudadana son una estafa, no existe otro calificativo. Una estafa y un profundo remolino de ineptitud que absorbe automáticamente a ingenuos, incautos y creyentes de los discursos populistas que son el himno a la felicidad de grandes mayorías que siguen con los ojos cerrados, con la boca sellada y con los oídos cancelados a escuchar una y miles de veces la verdad, sólo la verdad.
“Nos mintió el maestro, nos engañó” dicen los pobres y los extremadamente pobres; y el himno de la decepción crece como un tsunami anti político donde los culpables “son todos”, es decir, el gobierno (poder ejecutivo), el congreso (poder legislativo), la justicia (poder judicial), los medios de comunicación (el cuarto poder, así llamado) y allí suman a los empresarios, los sindicatos, las fuerzas armadas, la policía, las iglesias, a todos, sin que nadie escape a esa condena popular, a ese señalamiento de los que le han hecho daño al Perú.
Tocar el bolsillo no ha sido suficiente, herir los estómagos con hambre es el detonante que ha hecho saltar la indignación de los trabajadores, transportistas, campesinos, informales y cuantos están siendo afectados por el gobierno de las izquierdas más repudiadas de la historia, izquierdas cuyas políticas son de retroceso, de quiebra, de despedidos en sus trabajos, de cierre de empresas y de un discurso de odio, violencia y resentimiento.
La situación política es insostenible si permanece el rumbo de demolición de las izquierdas que autodestruyen la democracia y condenan las libertades ciudadanas. Pero en la mente de los peruanos, la incertidumbre es la segunda escala de este viaje sin retorno, ya que no se trata solamente que Castillo y sus huestes se vayan y sean procesados por los innumerables delitos que vienen cometiendo, sino que hay que pensar muy bien a quien se le da la posta para gobernar, porque allí reside el destino final o el destino fatal.
¿Estamos en crisis? Toda la vida, siempre. ¿Podemos hacer algo? Muchísimo, como por ejemplo, expresar la protesta en unidad del pueblo, en diversidad de participantes, en objetivos comunes por una mejor democracia y enfrentando las mentiras y barbaridades de los representantes de un gobierno violento y agresivo que merece la condena nacional.
La situación política es insostenible, no se trata de reemplazos en la actual vice presidenta o en la del congreso (que no necesariamente debe ser ella, por si acaso), sino en un conjunto de acciones y medidas de corto y mediano plazo que deben ser de confluencia general. ¿Elecciones otra vez? ¿Muy complejo todo esto?
Como van las cosas, el país seguirá a la deriva, ya que no hay gobierno y tampoco oposición.