La solución a la crisis terminal por la que atraviesa el país es una sola: sacar cuanto antes a la fórmula presidencial Castillo – Boluarte y dar paso a un gobierno de transición que dure, por lo menos un año, antes de convocar a nuevas elecciones generales.
El nivel de degradación en el que hemos caído no puede soportarse más. De un lado tenemos a un presidente cobarde, incapaz, y embarrado en actos delincuenciales; del otro lado, está un primer ministro que enloda mundialmente al Perú con sus posiciones de alaban a nada menos que al satán de la historia, Adolf Hitler. Y al centro está una nación atrapada en una crisis económica brutal que no se palia ni con la reducción relativa del impuesto selectivo al consumo de los combustibles y, mucho menos, con el perdón de las multimillonarias papeletas a los malos transportistas.
El Estado peruano, cada vez más infiltrado por funcionarios de origen extremista y delincuentes de diferente laya, ha entrado en la semiparálisis: no hay renovación de DNI, brevetes, pasaportes, etc. Los hospitales públicos son infrahumanos, la inseguridad ciudadana rebasa cualquier límite imaginable; y mientras tanto la carestía del costo de vida se ha disparado a extremos insostenibles, lo mismo que la inflación. Además gran parte de la minería está paralizada por conflictos azuzados desde el propio gobierno; y ya las calificadoras de riesgo internacional advierten que vamos directamente a una estanflación, mientras que corren apuestas por cuánto tiempo adicional podrá gobernar Castillo.
Ridículamente el Gobierno lanza mensajes enervantes que van desde la insistencia en una asamblea constituyente al estilo de Chile, hasta la desgañitada interpretación de huaynos por la primera vicepresidente, quien se ha aliado con el sector caviar, mientras acusaciones constitucionales en curso indican que, llegado el caso, no podría asumir legalmente la sucesión.
En medio de esto la confusa oposición del Congreso ha aprobado una banal “exhortación” para que renuncie Castillo y el pueblo ya se ha levantado masivamente en dos oportunidades, dejando en claro que no respeta ni siquiera el estado de emergencia patético e inconstitucional del Gobierno.
Ahora toca ejercer más presión desde la calle para forzar a que los congresistas renueven de inmediato su Mesa Directiva y que destituyan a Castillo en el proceso en giro por traición a la patria. Solo así, y con la convicción de que deben irse todos, se podrá convocar a nuevas elecciones generales.
Imagen referencial, de la autora sueca Elsa Berskow.