Fui a Cusco por primera vez hace 36 años. Aún la crisis no había estallado y se vivía una aparente estabilidad. Cusco había votado por García pero también por comunista Barrantes. No tardaría en arrepentirse.
Mis afectos por Cusco fluyen entre el amor por sus muros, sus callecitas, su vida nocturna y su comida así como por su Valle Sagrado, por Sicuani y Quillabamba y la desesperanza por un pueblo que nunca aprendió de sus errores.
¿Qué les lleva permanentemente a votar por una izquierda cómplice del terrorismo que asoló sus ciudades y sus zonas rurales? ¿Por qué ha votado siempre por gobernadores y alcaldes incapaces y también corruptos? ¿Por qué se han puesto siempre a espaldas del desarrollo como cuando su ex alcalde y ex congresista Daniel Estrada junto a otros dinosaurios comunistas se opusieron tenazmente a Camisea?
¿Por qué siempre, pese a vivir del turismo, se han disparado a los pies maltratando a los turistas en sus eternas huelgas y paros encabezados por sempiternos “dirigentes” que viven de encabezar “federaciones y sindicatos” que representan a muy pocos.
Estuve por primera vez en Cusco en 1986 cuando su tren era estatal y tenía un pésimo servicio y había pocos hoteles de calidad, en la ciudad del Cusco, en Machu Picchu y en el Valle Sagrado. El distrito de Machu Picchu (Aguas Calientes) era un pueblito cuyo principal hotel era estatal y la estación del tren era un andén a la vera del pueblo. Ni qué decir de Ollantaytambo donde había dos hoteles, uno más caro que el otro pero de similar mal servicio.
Hoy Cusco ha cambiado. Hoy existen decenas de hoteles de todo precio y de muy buena calidad; hay una increíble oferta gastronómica y la ciudad ofrece servicios en el pasado impensables.
Todo ello se logró con inversión privada y mucho trabajo pero en el Cusco siguen pidiendo “estatismo” y “nueva Constitución”. Al menos así lo pretenden hacer saber vía su “Pliego de Reclamos”, en el cual piden la disminución de precios de los artículos de primera necesidad como si estos siguieran fijados por burócratas y que “el gobierno cumpla sus promesas”. ¿Cuáles promesas”? ¿Será que los cusqueños quieran volver a los 80s, en aquellos años en los que solo mochileros visitaban la región, dejando ripios?
¿Cuándo los cusqueños dejarán de aplaudir a las Mendozas, a los Acurios, González, Benaventes, Castillos, Humalas o Cuaresmas? ¿Con qué derecho reclaman si no son capaces de elegir a gente que ofrezca trabajo, libertad y democracia y no ofertas populistas que solo han traído atraso y corrupción, uno de cuyos “ejemplo” es su hospital Antonio Lorena? ¿O seguirán apostando por un milenarismo inútil y trasnochado mientras algunos bricheros siguen buscando cumplir su sueño de “gringa propia” y otros revolucionarios de cafetín siguen soñando con “el Cusco rojo, siempre será” ?
El paro del lunes y martes de esta semana no será el último y menos servirá para sacudir la conciencia adormilada y envenenada por el comunismo; salvo que se produzca un milagro y Cusco deje de ser “rojo”.
Por cierto no todos los cusqueños piensan o actúan así; por lo que “al que le caiga el guante, que se lo chante”