El objetivo de este artículo no busca hacer un estudio de las causas de la informalidad, ni tampoco las repercusiones económicas que pueda tener para el país.
Nos queremos referir únicamente al aspecto moral, porque la informalidad, en cualquiera de los campos es una limitación que impide el progreso y el desarrollo de las personas. Se puede decir, durante años y décadas que un país está subdesarrollado o llamarlo utópicamente “en vías de desarrollo” cuando todos estamos convencidos que jamás va a desarrollar si persiste la informalidad.
Se mire por donde se mire la informalidad es una gran limitación; sacarle partido o aprovecharse de ella para salir airosos, es como hacer fuego con papel. El problema de fondo no se resuelve si persiste la informalidad.
Cuando se le llama formalidad a la burocracia
Muchas veces se piensa que lo contrario a la informalidad es la formalidad, y no es verdad si se entiende a esta como una estructura rígida que no puede cambiar porque las leyes así lo mandan. Nunca un país puede ser estrictamente formal, dejaría de ser humano para muchas situaciones que no calzan con una estricta rigidez de controles absolutos y de un papeleo brutal, que todo lo paraliza.
La corrupción como consecuencia de la informalidad
Quedándonos en las situaciones de informalidad que son las que padecemos en la época actual y no podemos salir de ellas, estamos viendo que las consecuencias son una suerte de trampas y triquiñuelas que llevan directamente a la corrupción. Se generan contubernios y mafias que defienden intereses particulares, usando medios ilícitos que llevan a la mentira y al robo como actividades naturales que muchos consideran que son propias de la coyuntura actual y de la conducta de las personas que quieren sacar algo adelante.
Con ese modo de pensar se genera una mentalidad permisiva que da cabida en poco tiempo la “ley de la selva”, donde gana el más fuerte, el que tienen un mejor liderazgo, como también vemos en los grupos de hampones o delincuentes, que han crecido considerablemente en todos los sectores de la sociedad.
La informalidad es un cáncer social con metástasis que termina con la destrucción y la muerte.
Urge un orden social que lleve al progreso y a la modernización de la ciudad: calles con veredas y debidamente asfaltadas, basura recogida a tiempo, semáforos y señales de tránsito que funcionen bien y se tengan en cuenta, transportes modernos y cómodos, mercados grandes y espaciosos, todas las casas pintadas y bien arregladas, etc.
El orden empieza por uno mismo. Como decía San Josemaría: “guarda el orden u el orden te guardará a ti”. Necesitamos que todas nuestras ciudades estén resguardadas por el orden, no solo el de la policía, sino el que pone cada uno.