Cuando reviso las redes sociales para medir la temperatura de los comentarios, es increíble constatar que existe una numerosa distribución de letras de odio y agresividad creciente, en una constelación feminista que denigra la condición femenina y la convierte en una especie de caverna de gritos y aullidos para tratar de impactar sobre las mujeres, pero no lo logran, al contrario, son tan evidentes sus incongruencias e insensateces, que cada vez se reducen más, y más, hasta casi extinguirse y entonces, para no perder espacios de “visibilidad” -eso dicen, de eso hablan- se enfrascan en inventarse el escenario de ser víctimas de lo que sea, pero víctimas como sea, olvidando por supuesto todos los discursos esos de igualdad, defensa de las más vulnerables o también, olvidando la solidaridad entre las mujeres.
Ser de izquierda millonaria, vivir en lujosos departamentos de Barranco, San Isidro, Surco, La Molina o San Borja -no les gusta Miraflores porque hay mucha gente ajena a los caviares-, es un requisito para ser “lideresa” de algunos de los partidos comunistas que con diferentes nombres, pero con la misma mirada de odio, se anuncian como las promotoras de una igualdad de género bastante desigual -a favor de ellas que dominan la billetera de las ONG’s y del Estado, en contra de las madres de comedores populares a quienes tratan de manipular, por ejemplo-, que incentivan la legalización abierta del asesinato de un niño por nacer diciendo que ello impedirá violaciones -y sus colegas de varias universidades y medios agreden, acosan y violan estudiantes pero “ellas, las lideresas” se callan y encubren-, y encima se agitan tratando de normalizar la destrucción de la familia matrimonial a cambio de cualquier depravación en su reemplazo.
Pero decírselos, señalarlas, visibilizarlas como terroristas de la sociedad, “es una agresión” si lo dice o escribe un hombre, así que aquí se les dice lo que son, de mujer “a lo que son”, porque de repente se perciben gatos, o cucarachas, o un foco, o un moco, que será, pero se les dice y hay que volver a decírselos: La mujer, las mujeres, somos dignidad, feminidad, amor, ejemplo, cariño, dulzura, empatía, verdad, limpieza moral, maternidad y adopción, protección y fidelidad, así que eso de estar con uno y otra y otros, eso de andar encima y debajo, o exponiendo las tetas, pintándose la barriga y defecando en las calles o las puertas de las Iglesias, que se lo guarden en la profundidad de sus miserias, esas, las de izquierda cavernaria, izquierda millonaria, izquierda vividora de nuestros impuestos, izquierda retrógrada y resentida.
El horario de las feministas que promueven el odio es como sus gestos y anuncios, hipocresía total. Ellas, las “lideresas” de izquierda que no cautivan y que hacen de la derrota su moral constante, menosprecian a las mujeres más humildes del país, se asquean de las mujeres nativas o campesinas, les molesta el olor de la honestidad, no saben ni agarrar una escoba para barrer, pero usan a las que barren para esconder la suciedad del discurso marxista que pretende engatusar a las mujeres pobres, a las mujeres que trabajan más, a las mujeres que son Madres con orgullo. Las “lideresas” de izquierda viven publicando en Facebook o Twitter selfies con mujeres pobres en las ollas comunes o comedores populares, pero si les dicen que se queden, que duerman allí, que almuercen allí, “obligaciones superiores les impiden compañeras”, es decir, mentira para tapar su desprecio al plato de comida de las más pobres.
Feministas de almanaque caduco, feministas de partidos en extinción, feministas que contratan pedófilos y violadores, feministas que no quieren que las mujeres más humildes sean Mamás, feministas que incentivan que te separes de tu esposo porque te dicen tonterías del matrimonio y la Familia, feministas que quieren que tus hijos tengan textos escolares con perversiones como modelo de vida, feministas que no son femeninas, que no son mujeres, que son odio y mentira.
Ninguna mujer quiere desvestirse o pintarse los senos para emprender una lucha, al contrario quiere vestirse de ejemplo y sensatez, ninguna mujer quiere destruir la unidad de la Familia, al contrario, se esfuerza por sembrar cariño y comprensión con la fuerza de su palabra, energía y actitud.
Soy Mujer, seré Mamá y esposa, y abuela y tatarabuela si los años me aguantan. Soy Mujer, no soy un objeto de los partidos de izquierda, no soy una especie en extinción. Soy Mujer y espero seguir triunfando por el ejemplo de mi Mamá y el orgullo de mi Familia para que el país tenga más mujeres, más Mamás, más familias, más matrimonios, más Libertad y una mejor Democracia.
Imagen referencial, marcha feminista