En la vida diaria una persona puede cometer errores, expresar palabras que no son fruto de su formación, herir con adjetivos o hasta con una mirada de desprecio, pero es poco común que alguien viva odiando todo y además de eso, se autoproclame una especie de heroína con sus propias histerias, como si eso, sus histerias, fueran la reivindicación de las postergadas, humilladas y atacadas. Pero ocurre, y peor si viene de boca, gestos e insultos de una especie de comunicadora metida en los medios para crear violencia y condenas que en nada se justifican.
Eso de hacer juicios y demandas porque… “tengo mis abogaos”, eso de amenazar con querellas y escándalos cuando te dejan con la boca cerrada, por mentirosa, falsa y otra vez, mentirosa y falsa, ya no es noticia, no engorda billeteras, no te hace humana o atractiva ahora en especial que has perdido lo poco de sustancia que parecías tener. Eso no es periodismo, peor si lo dice tú.
Puedes ser congresista, narradora de noticias, redactora o corresponsal de favor, rostro hundido de algún programita en radio, televisión o redes sociales, pero eres tú, esa caricatura que no cambia, ese insulto que no deja de asquear.
Ayer leía en una interesante reunión lo que alguien con mucho sentido escribió. “Te responde, la chica del estacionamiento ¿Te acuerdas?” y vino a mi memoria el recuerdo del ataque cobarde, insultos de por medio, agresión constante y amenaza velada, “de una nada”, contra una joven mujer trabajadora.
¿Cómo es la vida no? La señorita que maltrataste y pediste que la sacaran de su trabajo, es ahora periodista -pero de verdad, con formación, no es de varas ni colchón-, tienen miles de seguidores y gentes que la leen, comentan y respetan (y no es fujimorista, ni aprista, ni de renovación popular, porque de repente la vas a querer atacar diciéndole esas palabras). Es una periodista, es mujer, es buena persona, una gran hija y una ciudadana respetable. No vive de odios ni de juicios o amenazas de juicios, sino de su trabajo, limpio, educado, decente, honrado, transparente. Eso seguramente te está doliendo porque lo sabes y te callas, en vez de aprender de ella, sí, de la chica del estacionamiento, la que atacaste y agrediste porque eres “importante” (pero para nadie, eso te crees frente a tu espejo y nada más).
La vida, lo escribí al inicio, te brinda oportunidades que tú sabrás si las conquistas o las dejas de lado, si las tomas ahora o crees que será para después. En la vida, lo que no puedes hacer todos los días es renegar, maldecir, o convertir un apellido que odias por envidia, en el verbo de tus resentimientos para “fujimorizar” a los que no hacen las porquerías que tu dices, eso no.
Desde el estacionamiento donde tú lograste con insultos y ofensas humillarla unos minutos, nació una luz bella, hermosa y ejemplar, una jovencita humilde que ahora va a escribir con nosotros, para que aprendas que lo que tú representas, no es nada, no vale nada y en cambio, hay gentes que lo son todo, brillan para todas y las aplaudimos todas (y todos también, por si acaso).