No entiendo a mi país, no comprendo a los que se dicen peruanos y tienen el rostro volteado, la mirada y la espalda encorvada hacia el suelo, las manos apretadas dentro de los bolsillos y las palabras escondidas, enmudecidas en el infinito de un silencio cobardísimo del cual, de ninguna manera voy a pedir disculpas por decírselos. No lo siento, no lo lamento, tengo el deber de tirar la primera, la segunda y cuantas piedras sea preciso porque debo ser intolerante en este y otros casos, no por soberbia ni vanidad, sino por patriotismo y lealtad aún con aquellos para quienes estas tierras benditas y extraordinarias ya no valen nada.
Hemos llegado a un nivel de incorrección y “aguante excesivo” que se confunde la democracia con la estupidez, se malinterpreta la libertad superponiendo el atropello y se acepta la maldición del abuso y la violencia como si fueran las leyes y la represión justificada. Me enerva ese silencio de los cobardes y nuevos cómplices –porque eso son-, me hiere la crítica hipócrita de los nuevos pensadores y acomplejaditos de las redes sociales y algunas columnas de discusión que son más bien, columnas de sumisión y consejos de escondrijos, porque no son ni opiniones ni posiciones que contengan argumentos de los cuales uno pueda surgir debatiendo, sacudiendo las neuronas, alimentando el rechazo y la protesta frente al desmoronamiento del país.
El Perú está en rumbo de demolición hace varios meses pero “no pasa nada”, “esto no es comunismo”, “las marchas no sirven para nada”, Venezuela es otra cosa”, y las colas en migraciones, como en Caracas, son las mismas; y las filas para las cédulas de identidad que escasean, son también iguales o peores; y los precios de los alimentos subiendo sin parar son una película conocida, y el abuso e intromisión de los servicios de inteligencia es similar, con los cubanos ordenando; y los ministros y nuevos altos funcionarios sin formación profesional, sin preparación o experiencia, parecen ser los mismos tontos de allá, con nombres de acá, pero “no pasa nada” porque no se le da la importancia del descalabro; y encima, a las clases medias les cuesta decir que están afectadas, porque les invade una vergüenza de hacerse notar en quiebra o retroceso, sin empleo y sin el fin de semana de antes. Todos callan, todos aceptan con ese silencio que la incompetencia convierte en superior a la razón.
Pero existimos los peruanos, los que nacemos y vamos a morir en esta maravillosa y fabulosa tierra que nos eligió para ser los mejores y tener a nuestras familias aquí y no huyendo de hambre porque los comunistas se apropiaron de la Libertad y sometieron la Democracia. Te hablo de algo superior, dignidad que otros no poseen y que nosotros tenemos como partida de nacimiento permanente. ¿Te duele lo que te digo?
Fíjate bien: cuando el silencio reemplaza la protesta, es que ya viene el fin de un país libre, es que ya se organizan las milicias civiles con los hambrientos y violentos, es que ya tus hijos están cruzando la frontera y no los verás en muchos años más porque tú lo permitiste, porque tú regalaste el Perú, porque tú, que siempre tienes la razón, eres el primer equivocado.
Así seamos mil, un millón o los que sean, seguiremos dando la pelea. Aún por ti, que nunca has estado dando la cara por el Perú y que crees que diez como tú, hacen patria. Eso, no es así.