Los días jueves son de un significado especial, casi como cuando César Vallejo decía “jueves será”, porque ocurren dos extremos inseparables en la actividad y el negocio de la política peruana.
Por un lado, se acerca el fin de semana y se encuentran listos los planes de paseo, diversión y esparcimiento de los ministros, vice ministros, directores, asesores de ministerios y empresas públicas usando recursos del Estado (auto, camioneta, resguardos, gasolina, gastos de representación, celulares…), reuniones familiares y de amigos de los congresistas y toda su extensa red de asesores y empleados, parrillita en la casa de playa o de campo de los que manejan los contenidos de los medios de comunicación (generalmente en Asia o Pachacamac, verano o invierno), viajes secretos en “comisión de servicio” con la amante, el planchador de turno o la comitiva ministerial (o sea la familia de la amante, o la gentita del planchador), plan “H” (tan nacionalista ese esfuerzo), reuniones tipo almuerzo hasta las últimas consecuencias, unos “drinkis” de complot político para ver si cae Castillo, la Dina y la Alva y le toca la tinka de ser presidente al invitador (como aquél que todas las semanas de autoproclama “next presidenet” en San Bartolo) y en último lugar, algo de tiempo con la familia.
Pero en el otro lado, nos encontramos los ciudadanos, los trabajadores, la gente que necesita más horas al día para generar unos soles más, unos panes más, una esperanza que se hilvane con el siguiente día y así sucesivamente para no perder lo que tenemos (la casa, el terrenito, el carro, el pago de la pensión de la escuela o la universidad, el presupuesto de la semana para subsistir y seguir respirando).
Jueves será, les decía, porque es un día del cual tengo ya el recuerdo, un día que dura al año como 365 días en total y donde el Pueblo, el de verdad -no el de la boca de Palacio-, nos dice esa frase que se siente en los huesos (con permiso de Vallejo, uno las palabras):
“Al pueblo le pegaban todos sin que él les haga nada, le daban duro con un palo, agua sucia y gas lacrimógeno, y duro también con una soga que ellos mismos pedían ponérsela en el cuello para ser arrastrados en silencio y sonriendo, mientras los comunistas se revolcaban entre sonrisas y dinero mal habido, robado, obtenido por el delito, eses que es su himno y costumbre. la corrupción”
¿Hay algún testigo acaso? “Son testigos los días jueves”, porque el crimen político que acompaña y defiende al crimen constante del gobierno, no es sólo desde el Congreso con su inacción cómplice, lo son también otros, como los que desde los medios de comunicación protegen hace décadas el delito, limpian la mascarada y se delatan en la diaria complicidad de sus narradores de noticias, comentaristas, figuras emblemáticas, influencers, analistas e invitados escogidos desde el estanque de la malcriadez, la ofensa y la agresión contra todo lo que sea defensa de la Libertad o pensamiento por una mejor democracia.
No podemos decir que nos roban y les dejan robar, ahora tenemos la evidencia que todos ellos roban, y lo hacen juntos y felices, todos los jueves y todos los días, todas las semanas, toda la vida.