Los últimos días hemos sido testigos de inusuales explicaciones de la caviarada criolla tratando de justificarse en todas sus artimañas, componendas, traiciones y jugarretas a lo largo de este siglo XXI, para no ser tan extensos en su juzgamiento. Esta defensa anticipada -en los caviares-, de sus comportamientos y encubrimientos, no tendría razón de ser sino es por la creciente “razón de ser” que los ciudadanos han encontrado para señalar abiertamente a los caviares, como los culpables de las desgracias políticas, económicas, sociales, educativas y culturales del Perú.
Sabemos que la obesidad de los representantes de la caviarada es usualmente física y generalmente monetaria, pero mal habida y mal recibida. Son capaces –estos rapaces- de decir sin pudor ni vergüenza que no han trabajado ni trabajan para el Estado y pudiera parecer cierto, pero no lo es, al extremo que si uno simplemente busca a sus cónyuges o familiares directos, los ubica de inmediato en las planillas públicas, y se dará cuenta que las monedas de sus presupuestos ingresan desde varios aportantes o canales que limpian (para no decir “lavan”) los auspicios que permiten ese flujo salarial directo o indirecto.
La frase “no trabajo para el Estado”, pretenden usarla para no decir que trabajan para el gobierno, en un discurso de esos a los que nos tienen acostumbrados: “no soy roja, me he enrojecido”.
Caviares, caviares los hay desde la punta del cerro hasta el carrito sanguchero, pasando por el Regatas y el club Apurímac por supuesto. Caviares, caviares abundan en un “vernissage” y en una pollada de presa completa, porque en las de tripas y patitas, ni se acercan. Caviares, caviares pululan y se mosquean en los medios de comunicación, de cualquier tamaño y frecuencia, para dejar sus muestras de envidia y resentimiento como si fueran expresiones doctrinarias o reflexiones profundas.
Ayer veía a una caviar tradicional, que se vende así porque dice ella que va a Misa los domingos, que se considera mártir y gloria eterna, que se ha gastado su billete, proveniente de otros, en tener miles de seguidores en alguna red social –es su gustito, así le gusta pues-, pero me reía cuando decía su orgullo caviar en dos palabras absolutamente inaceptables: “honestidad”, “ejemplo”.
Amarga vida caviar de la pretendida nebulosa de Orión –tipo chosicano-, inmensa nube de gas y polvo, aunque nadie creería que viene del polvo y más bien se consume en el gas, como todo el dinero que debe haber puesto en su rueda y la de los que la “gordean”.
Caviares, caviares, cuánto daño le han hecho, le hacen y le quieren seguir haciendo al Perú, justificando a Castillo, justificando y tapando la fábrica de tesis y justificando y ensalzando al bufandero que les alimentó unos meses desde palacio para que sus oenegés y familiares sigan esquilmando los recursos públicos.
Ahora los caviares y sus lombrices ya no son los dueños de la verdad, ahora los ciudadanos saben de donde han venido y como nos han vivido estas sanguijuelas de la libertad.
Imagen referencial, reciclaje necesario de plásticos, Agencia Andina