Cuando un organismo viviente se descompone, se pudre y apesta. Eso pasa hoy con la política peruana: el hedor que genera el gobierno de Pedro Castillo es insoportable; por tanto la limpieza debe ser profunda e inmediata.
Por todas partes el régimen tiene porquería manifiesta. Castillo está en el vórtice de investigaciones fiscales que lo vinculan con delitos diversos, desde cohecho y colusión hasta eventual receptación; desde plagio de su tesis como magíster, hasta reuniones clandestinas en un despacho presidencial paralelo; desde posible traición a la patria por ofrecer mar territorial a Bolivia, hasta la infiltración del Estado con su red de amigos, paisanos y familiares.
Los procesos ya están instaurados, mientras que la prensa independiente anuncia nuevos indicios y hasta pruebas sobre el mecanismo de corrupción que se ha apoderado de la administración pública. El apreciado periodista Phillip Butters adelanta, inclusive, que en su programa en el valeroso canal Willax esta semana se presentarían audios del encarcelado delincuente Zamir Villaverde, en los cuales se ratificará que estamos en manos no solo de un gobierno incompetente, sino de una organización criminal. Y el Congreso de la República se apresta a censurar al primer ministro Aníbal Torres, mientras ya está en curso la denuncia constitucional para destituir a la ministra y primera vicepresidente Dina Boluarte.
Entre tanto la nación está cada vez más afectada por la crisis económica. La inflación semestral es la mayor registrada en los últimos diez años; los precios de los combustibles tienen en jaque a la movilidad social; la violencia antiminera es ya incontrolable; millares de licenciados de las fuerzas armadas están en pie de lucha por la reivindicación de sus derechos de sobrevivencia; y los especialistas advierten que se acerca una gravísima escasez de alimentos.
Frente a todo esto Castillo solo atina a contestar obsesivamente que no es un ladrón, pero no afronta con coherencia las investigaciones fiscales y más bien azuza a sectores desprevenidos alentando –lo mismo que el irresponsable Vladimir Cerrón- a una asamblea constituyente que, sin embargo, ya ha sido descartada por el Parlamento después de ser declarada como ilegal e ilegítima.
La indignación, el asco y la ira ciudadana crece día a día y ya se siente que el desenlace está ad portas. La gran marcha de protesta programada para este sábado 4 de junio probablemente sea el detonante de la limpieza moral pendiente que comenzará con la caída de Castillo.