El pasado día 6, un avión con 19 tripulantes (14 venezolanos y 5 iraníes) aterrizó en el aeropuerto internacional de Buenos Aires con una supuesta carga de autopartes mexicanas para la empresa Volkswagen Argentina. El avión fue operado por Mahan Air –una empresa iraní sancionada por el Departamento del Tesoro de EEUU– hasta febrero, cuando fue vendido a la empresa venezolana Emtrasur, parte del conglomerado Conviasa, también bajo sanciones estadounidenses. Según reportes de prensa, la aeronave está asegurada por la empresa iraní Razi Insurance Co.
La reputación de Mahan Air es conocida en el mercado aeronáutico. Recientemente Fred Shaheen, exasesor principal de comercio global de Boeing, escribió en The Wall Street Journal: “Algunas de las principales aerolíneas iraníes, como Mahan, (…) apoyaron directamente las actividades de la GRI”, acrónimo de la Guardia Revolucionaria de Irán.
Conforme reconstruyó el medio argentino Infobae a partir de datos tomados de FlightRadar24, desde el 11 de febrero hasta el 6 de junio ese avión aterrizó en Venezuela, Paraguay, México, Myanmar, Paquistán, Irán, Nigeria y Rusia (aun luego de la invasión a Ucrania), entre otros países. El pase de manos entre dos naciones aliadas antinorteamericanas probablemente responda a un ardid para eludir las sanciones. No obstante, agencias internacionales de espionaje no especificadas alertaron a las autoridades argentinas sobre esta aeronave.
Al menos algunos de los iraníes que iban a bordo estarían relacionados con la Fuerza Quds, brazo global de la GRI. Con toda probabilidad, serán soldados o agentes del régimen de los ayatolás. Al momento se señaló especialmente al piloto Gholamreza Ghasemi Abás, cuyo nombre coincide con el de un exintegrante de la GRI y es miembro de la junta directiva de la aerolínea Qeshm Fars Air, utilizada en el pasado por Irán para transportar armas a Siria. También llamó la atención la presencia en el avión del militar venezolano Cornelio Trujillo Candor, un leal histórico del fallecido Hugo Chávez, impulsor de los lazos estratégicos de Caracas con Teherán.
El 8 de junio, las autoridades argentinas otorgaron permiso para el despegue del avión hacia Venezuela, con escala técnica en la vecina Uruguay, pero este país le negó el ingreso dadas las alertas mundiales, por lo cual regresó a Buenos Aires a reabastecerse. Pero ni la británica Shell ni la argentina YPF accedieron a suministrarle combustible, dadas las sanciones globales que pesan sobre Irán. A partir de presentaciones judiciales y pedidos de informes realizados por la oposición y la entidad que representa a la comunidad judía del país, la Justicia argentina prohibió la salida del vuelo y retuvo los pasaportes de toda la tripulación. Eso fue a partir del 10 de junio. Para entonces, el estatus del avión misterioso había adquirido gran interés público.
Oficiales del Gobierno argentino buscaron minimizar el incidente. El responsable de la agencia de espionaje y exministro de defensa Agustín Rossi dijo en el canal progubernamental C5N que los iraníes eran instructores de vuelo. Cuando el periodista le preguntó si eso se basaba en información, Rossi respondió: “No, es una deducción mía”. El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, aseguró que el piloto no tenía relación alguna con la GRI: “Hay una particular indicación sobre Gholamreza Ghasemi, uno de los tripulantes, que tiene un homónimo con participación en los Quds [sic], en la condición de homónimo, no de otra cosa”.
Rafael Resnick Brenner, quien emergió velozmente como abogado de la tripulación del avión venezolano-iraní, fue funcionario estatal durante un Gobierno kirchnerista previo. Diez días después del aterrizaje, la portavoz del Gobierno, Gabriela Cerruti, intentó cerrar el asunto al decir que Buenos Aires había tomado las medidas correctas. “El resto forma parte de la novela que cada periodista o cada medio quiere hacer”, remató.
Este episodio aconteció en simultáneo con la Cumbre de las Américas, celebrada en en Los Ángeles entre los días 6 y 10 de junio. En dicho encuentro, el presidente argentino, Alberto Fernández, protestó públicamente por la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, promovida por la Administración Biden. Su arenga fue aplaudida por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, desde Teherán, donde se hallaba para firmar un acuerdo de veinte años de cooperación estratégica. “Alberto Fernández ha hecho un discurso firme, claro, valiente y puso todo en su lugar”, dijo durante una entrevista con Hispan TV. “Le puso la guinda a la torta”.
Interesantemente, quien ejercía la presidencia en ausencia de Alberto Fernández era su vicepresidente hostil Cristina Fernández de Kirchner, quien en el año 2013 negoció un polémico memorando de entendimiento con Irán. Por esto, ella fue acusada de “traición a la patria” por el fiscal Alberto Nisman, quien al poco tiempo murió de un tiro en la sien en circunstancias aún no esclarecidas, aunque se sospecha que se trató de un asesinato.
Puede que todo esto sea tan solo una mera coincidencia y que el Gobierno nacional no esté implicado en nada turbio relacionado con ese avión sancionado tripulado por iraníes que aterrizó en Buenos Aires. Pero dado que Irán golpeó en la Argentina dos veces –contra la embajada de Israel en 1992 y contra la sede judía AMIA en 1994–, dada la fuerte presencia de Hezbolá en la región, y dada la proximidad ideológica de los distintos Gobiernos kirchneristas con el régimen de Teherán, uno se queda con la duda.