Los resultados electorales en Colombia son más de lo mismo, una réplica de lo que pasó en Perú, Chile, Argentina, México, Honduras y algunos otros países, a causa de varias explicaciones y responsabilidades sobre las cuales hay que incidir, a pesar de las discrepancias que despierte esta opinión.
Primero, “hay un cansancio hacia lo mismo de siempre”, hay un rechazo a los rostros y las voces del discurso entendido como tradicional en la escena política que quiere volver a lo mismo de siempre. Observen bien: no estamos diciendo que los electos no sean parte de la política tradicional, sino que los NO elegidos son como el discurso de toda la vida, las palabras de los que han gobernado mal, de los que se oponen muy mal y se conducen peor, de esos que defienden lo indefendible y lo presentan como si fueran valores, cuando son errores que se convierten en delitos, porque el marco normativo no se respeta y pierden legitimidad constantemente, o porque sus frases hablan de exclusiones y de soberbias que no se sienten como una esperanza, sino todo lo contrario.
Segundo, “la gente no busca ideas y propuestas, sino lo diferente”, eso es lo complicado para los sabios de la supuesta derecha o del inexistente centro que sieguen en el mismo circulo de la estupidez política, volviendo a lo mismo de siempre, como si fuera necesario repetir lo que ha fallado, pero insisten, insisten y aburren. Por eso, lo diferente, lo diverso, lo amplio, lo que supuestamente incluye a todos, es la respuesta para el voto.
Tercero, “no se necesitan rostros populares, sino mensajes populares”, debido a lo cual, las izquierdas han sembrado inteligentemente rostros que no son del pueblo, sino que son atractivos para el pueblo. No necesitan ser personas inteligentes, con doctorados o grandes estudios, sino la modelo de la revista, el deportista que usa redes sociales, el pintor, poeta y escritor que habla y se le escucha, no interesa lo que digan, sino que digan lo que quieran y sigan esa sintonía que a la gente le gusta, que despierta respuestas y entonces, se establece un hilo conductivo, simplísimo, efectivo.
Cuarto, “nadie vota por programas, no los leen”, pero los del centro y la derecha se han vuelto enciclopedias del conocimiento y castigan la ignorancia de la otra vereda, indignando por su soberbia. Los del centro y la derecha se han comprado el problema de estar observados en cualquier expresión o posición para que de inmediato les salga al encuentro un golpe constante en redes y en los círculos juveniles en especial, porque atacan lo que no deben mencionar, porque se entrometen en lo que los votantes más jóvenes sienten propio.
Quinto, “la hipocresía y la mentira producen votos”, y aunque les duela y nos llame la atención, a la gente le atrae que le mientan y le encanta que les insistan en mentirles, porque hay una necesidad humana de sentirse escuchados sin haber dicho nada y los que mienten, manipuladores por cierto, saber usar esas armas perfectamente. Y te ofrecen trabajo, pan, cosas gratis como si fueran derechos, te dan a entender que repente no vas a necesitar ni siquiera trabajar, porque hay unos “malditos millonarios y unas empresas explotadoras” que tienen todo lo que tu necesitas. Y les creen ese discurso absurdo a los de las izquierdas.
Sexto y último por ahora, “la moda es ser un imbécil”, y hay una desesperación latinoamericana por serlo, más rápido y con más ganas. No existe otra explicación para votar como lo están haciendo en todos lados, pero lamentablemente se está prefiriendo ser imbécil, con las consecuencias que ya se están viendo: más hambre y más miseria, peor democracia y menor libertad.