Durante la presentación el Padre Ardura señaló que “cien años después del final de la Primera Guerra Mundial, hay numerosos hechos para conmemorar uno de los conflictos más sangrientos en la historia de Europa, cuyas consecuencias todavía están presentes en el escenario europeo y del Medio Oriente”.
“El congreso, añadió, quiere proponer una visión panorámica de las consecuencias de la guerra porque estamos convencidos de que cien años después del final del conflicto que ensangrentó Europa, calificado como ‘mundial’ dado que muchos soldados de las colonias, desde África hasta Asia, participaron con valentía en la lucha, ha llegado ciertamente el tiempo de reflexionar no solo sobre el fin de las hostilidades, sino también sobre las consecuencias del conflicto y de los tratados de paz”.
“¿Por qué volver a estos acontecimientos?”, se preguntó el presidente del Comité Pontificio para las Ciencias Históricas, “porque muchas de las llagas que todavía hoy hacen sufrir a tantísimas personas y poblaciones, se originan al final de la guerra y en las negociaciones de paz”, respondió.
“La guerra –dijo el padre Ardura- causó casi nueve millones de víctimas, seis millones de inválidos, cuatro millones de viudas y ocho millones de huérfanos. La nueva situación creada plantea nuevos desafíos a la Santa Sede y a la Iglesia Católica: -una Santa Sede, hay que recordarlo, impedida de participar en la negociación de paz de la irresuelta “Cuestión Romana”- y puesta frente a las cuestiones que surgen de los cambios de fronteras, de los cambios de nacionalidad en las colonias africanas alemanas, y de las nacionalidades exacerbadas”.
“El propósito del congreso –concluyó- es que el estudio de las consecuencias de este primer conflicto mundial abra nuevas sendas de reflexión para alimentar no solo nuestro conocimiento de un pasado ya centenario, sino también para ofrecer nuevos motivos de reflexión que sirvan para construir hoy un mundo de paz, de serenidad y de armoniosa convivencia humana”. +