El Ministerio de la Mujer posee un nombre propio –de la Mujer- y se le añadió “de poblaciones vulnerables”, donde no se tiene muy clara la definición de esas denominadas “poblaciones”, ni existen indicadores que determinen cómo se les reconoce en cuanto a su “vulnerabilidad”, sea actual, pasada, parcial, temporal, permanente o como consecuencia de qué sucedió; es decir, se cuenta con un organismo público que tiene y desarrolla tareas excluyentes en la sociedad, ya que no contempla a los hombres ni a los colectivos LGTBIQ y los que se están generando a lo largo del tiempo y tampoco, a las nuevas “identidades” o percepciones que cada persona puede tener.
Ministerio de la Mujer y poblaciones vulnerables, puede ser, a criterio político, de grupos o comunidades, colectivos, asociaciones, ONG’s y burócratas ideologizados, un laboratorio experimental, porque de eso se trata, de confundir dando apariencia de amplitud y generar un ministerio de gastos y contrataciones sin sentido, carente de objetivos, metas y resultados, no un ministerio de inversiones productivas basado en políticas públicas sostenibles en el tiempo.
Podrían decirme -reaccionando las feministas agresivas, como siempre lo hacen-, que los colectivos LGTBIQ están dentro de la denominación “poblaciones vulnerables” pero esa respuesta es una ofensa y una exclusión malintencionada, que si les avergüenza, no deberían ni siquiera de mencionarla para envolver a millones de personas en una “terminología sociológica” que no acepta el rol y valor de cada dignidad humana expresada en libertad. ¿Porqué no le pusieron entonces, ministerio de la mujer, LGTBIQ y poblaciones vulnerables? Porque se indignarían los afroperuanos, las comunidades nativas y campesinas que están incluidas en la terminología estatal como “poblaciones vulnerables”, sin ningún criterio justificable que las defina a todas, por igual, de esa forma. ¿No es verdad ilustres académicos de la ronda izquierdista de las ONG’s?
Si se hablara de igualdad, debería de crearse un ministerio para cada sector, colectivo o comunidad –algo absurdo por supuesto-, pero los partidos políticos extremistas entran en remolino de contradicción cuando se les hace ver ese dilema justamente absurdo que las propias izquierdas propugnan como resultado de su empeño en slogans y no en ideas y propuestas.
Ese problema de estar buscando nombres y a la vez, estar ausentes del rol que le compete al Estado, por intermedio del ejercicio del gobierno para generar políticas públicas para todos, sin excepciones, sin exclusiones, es en realidad el punto central de toda discusión.
Han llegado al primer extremo, las feministas violentas de las redes sociales, que proponen que no se les diga “mujeres” a las mujeres, sino “personas menstruantes”. Y en consecuencia, el Ministerio debería cambiar de nombre y llamarse “Ministerio de las personas menstruantes”, a eso nos quieren llevar, como sociedad, al derrumbe de la realidad para “deconstruir” en el caos y la confusión, “la nueva igualdad” que ahora sería cualquier denominación para todos, porque no les interesa el resultado o lo que se determine finalmente. Y añadimos que por aburrimiento, por darle vueltas a lo mismo, por hacer un circulo vicioso de slogans y lemas repitiendo lo mismo una y otra vez, la gente termina aceptando con una frase tan simple y tonta diciendo lo siguiente: “pero no pasa nada, déjales”.
“Términos como persona menstruante, arriesga derechos de las mujeres, al sustituir sexo por identidad de género, y así, las protecciones legales que tenemos por el hecho de ser mujeres desaparecen”, lo menciona Laura Lecuona, una feminista, autora de “Las mujeres son seres humanos”. Por eso, sostengo que las feministas extremistas están haciendo de la destrucción o reemplazo de la palabra Mujer, un arma de gran peligro contra las propias mujeres. También las están invisibilizando a propósito al decir “persona embarazada” cuando orgullosa y exclusivamente una Mujer y sólo la Mujer puede estar embarazada. La Maternidad es femenina, no feminista.
Pasamos de lo tolerante a lo aceptante, pero no es ser tolerante entrar en la estupidez, ni es ser aceptante, creerse imbécil.
Generar “ministerios” de la estupidez y dependencias públicas para promover la imbecilidad, no es democracia, no es libertad, al contrario. Por eso, hay que fortalecer lo que nos hace más seres humanos: principios, virtudes, valores. Así de necesario.
El Ministerio de la Familia es la respuesta. Punto.
Imagen referencial, del artista sueco Antonio Mora ”Numerique”