No parece improbable que lo que sucede en el país sea algo que observemos con asombro, porque los asombrados tanto como los indignados, somos pocos en comparación a los silenciosos, a los sumisos y a los que aceptan ser esclavos de la realidad que se les ha impuesto (y según parece, no fue contra su voluntad, porque siguen callados y aceptantes del destino).
Pagamos impuestos por tener un mal gobierno, pagamos impuestos para tener una pésima oposición que alucina escenarios improbables –desunida y calculante-, pagamos impuestos para que los que reciben nuestro dinero en la burocracia estatal que ha nombrado el actual gobierno nos robe más, pero en forma maquillada, como en las licitaciones, consultorías, contratos amañados, adendas inservibles y multiplicadas, miles de ordenes de servicios inventadas que están infladas en sus costos y que muchas veces, jamás se realizan, pero los que las supervisan dicen que se efectuaron (previo pago generoso, por no decir que no se hizo nada y se pagó, a sabiendas).
Es el mundo de la política perversa de ahora y los ciudadanos vivimos en el submundo de la vergüenza dramática de no hacer nada por recuperar el sentido común que nos exige protestar y no callar.
Y es que para Juan, Pedro, María, Carlos, Ronald, Anita, Violeta y Santiago, por citar algunos de millones de peruanos, “estamos trabajando más, para recibir menos, y eso nos limita cada día a poder dedicar tiempo y recursos en una batalla tan desigual”.
Y es cierto, trabajas más, más tiempo y con más carga laboral, para recibir como salario lo mismo de siempre –que en realidad es menos dinero-, mientras los precios se quintuplican, mientras los combustibles han aumentado solamente este año 35 veces y ni un solo político se ha encadenado en las rejas de Palacio a protestar, o ha iniciado una huelga de hambre o una cruzada de denuncia y movilización popular, mientras los medios –siempre de rodillas, la mayoría-, ocultan ese daño y lo incrementan más, cubriendo al gobierno y sus aliados una semana, cobrando la siguiente y volviendo al fanatismo del alquiler a cambio de nuestros impuestos.
¿Sabes que el presupuesto para el friaje y las heladas más fuertes de todos los tiempos ha disminuido en un 47% con respecto al año pasado? Y eso, es solo un dato, imagina qué otras partidas prioritarias, urgentes y necesarias se han desmontado para destinar dinero a planillas en activismo político, o en viajes de paseo y propaganda de los ministros y sus séquitos…
Todo eso se llama perfidia, y la perfidia más grande tiene un lugar de origen: Palacio de Gobierno.
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