En esta oportunidad les alcanzo un extracto[1] de la revisión que he realizado de la actual “estabilidad fiscal, la cual juntamente con la prudencia monetaria, apertura de mercados y un estado empeñado en papel regulador y promotor de inversiones“, se consideran la clave para el éxito y la forma de resolver la pobreza del país. Cuando propongo el tema no pretendo que el segundo actor más importante de toda economía, el estado, caiga en situación de bancarrota con pérdida de su credibilidad, por incapacidad de atender responsabilidades. Al contrario, busco que aquello que le ha pasado al Perú dos veces a lo largo de su historia republicana, no le vuelva a pasar.
Los últimos intentos de reformas tributarias[2] en el Perú, incluidos los pedidos de facultades para legislar en esta materia, construyen una narrativa que recoge que los esfuerzos por mejorar los ingresos han sido, unos manipuladores y otros poco ambiciosos, tanto que estoy seguro de que nadie recuerda de propuestas serias de reformas que significaran un incremento en la recaudación de 4-5 puntos del PBI o la creación de una nueva estructura tributaria con ampliación de la base tributaria y efectos redistributivos.
Sin embargo, dado lo acontecido durante la pandemia considero que la actual estabilidad fiscal, debe ser completa y adecuadamente medida, dado que lo peor que se puede hacer es callar por qué nos conviene más para convivir con el statu-quo. ¿Debemos seguir con una estabilidad fiscal medida como está?, ¿Que impacto han tenido las acciones durante la pandemia y que rigideces se enfrenta? ¿Se debe seguir lo que muchos gurúes en políticas públicas en el Perú de hoy proponen en cuanto al gasto? Mantener la “narrativa” y continuar metiendo bajo la alfombra problemas, sabe Dios con que propósitos.
¿Pero cuál es esa narrativa a la que me refiero? esa producto de la combinación de mantener como satisfactorio un seguimiento epidérmico de lo que se entiende por estabilidad fiscal, en cuanto a los ingresos por ejemplo, y por el otro lado, continuar con la actitud en el gasto de “trabajar en frentes simultáneos: el frente político y comunicacional: buscando convergencia de intereses entre la comunidad, el estado y la empresa; y en el frente del desarrollo social: con ejecución efectiva de proyectos con apoyo de empresas y el gobierno central”. Reconozco que escuchar ese “floro” a muchos les produce arcadas, porque la combinación de ambas actitudes implica un “dejar de hacer, dejar pasar” que es a lo que me refiero.
Significa mantener o repetir con solo ligeras modificaciones hasta cosméticas, políticas que, durante las últimas dos décadas, no han logrado solucionar el reclamo del ciudadano y del contribuyente. Son las mismas políticas que impiden desarrollar inversiones, tanto extractivas como agroexportadoras, así como acelerar las inversiones sociales en las regiones. Es una “verborrea” que como enfermedad venérea es altamente contagiosa, y que ha alcanzado profundidad hasta en el nivel municipal.
Por ello considero que requiere grandes cantidades de “penicilina” proveniente del sentido común para salir de ella, dado que en la prensa se aplaude como focas cuando en dependencias públicas como MINCETUR, se “promueve la inversión” realizando “BtoB meetings”, “Peruvians cocktails”, “Investors Lunch” o “Summits with Mixed Formats” sin olvidar el infaltable “merchandising” que acompañan con multicolor decoración esos eventos. La verdadera promoción de la inversión es aquella que se da cuando: 1) se cumplen los compromisos con la comunidad, 2) el estado realiza una efectiva gestión descentralizada y 3) se tienen claros los objetivos ambientales y sociales.
Pongamos cifras recientes, de acuerdo con estadística del BCRP los ingresos totales del gobierno en general sumaron a diciembre 2021 S/. 183,873.7 millones representando 20.99 del PBI, de los cuales S/. 40,727.2 millones correspondieron a ingresos no tributarios (contribuciones a EsSalud, ONP, Canon y Regalías). La recaudación del gobierno central sumó S/. 139,860.4 millones representando el 76.1 por ciento del total de ingresos. Muy bien tenemos entonces veinte puntos y fracción del PBI como recaudación de los cuales 15 corresponden al gobierno central ¿Qué ha cambiado en los últimos 30 años? ¿Hemos mejorado en los últimos dos? ¿Nuestra situación fiscal es hoy más estable desde los tributos, por el hecho de tener recursos y respetar reglas fiscales, disponer de marco macroeconómico multianual y que un consejo fiscal emita opiniones independientes?
Si por supuesto que hay mejoras. Además, hoy tenemos un recaudador más institucionalizado como la SUNAT, al menos más independiente y profesionalizado. Lo menciono a pesar de los videos que se han viralizado, con escándalos ante cobranzas que no se concretan o ayudas que se piden. Sin embargo, SUNAT recuperó su credibilidad, no por la independencia y profesionalismo sino porque mejoró su efectividad trabajando con un menor número de tributos. Entonces tiene que mejorar su productividad para hacer frente a la falta de formalización que vive el país. Ello a pesar de que se sigue altamente dependiente de impuestos indirectos, la participación del impuesto a la renta ha crecido siempre dependiente de lo primario exportador; y las rentas por importaciones son mínimas, por efecto de los acuerdos de libre comercio.
Sin embargo, considero que no tenemos la suficiente estabilidad para enfrentar los riesgos que significa que ingresos fiscales por recursos naturales no puedan ser reemplazados oportunamente, aunque no discuto que ha beneficiado para mantener cuentas fiscales equilibradas la existencia de los mecanismos de disponer de reglas y marco macroeconómico junto con un consejo fiscal más activo emitiendo opiniones.
Disponemos de un consejo fiscal con capacidad profesional, pero considero que requieren de mayores recursos para realizar y difundir aportes sobre un tema de la mayor importancia, como es la forma de reducir la participación de los impuestos indirectos (al consumo) en la recaudación, cuanto sería el impacto en el producto; con el propósito de aumentar la formalización y aumentar la presión tributaria, por ejemplo. Así mismo, es evidente que concluida la pandemia se hace necesario un informe como el emitido en el 2018 donde se dio cuenta de la situación total y detallada de la efectividad y sostenibilidad de las finanzas públicas.
Cierro el resumen recordando el trabajo realizado en 1936 por desterrados y emigrados encabezados por Manuel Seoane Corrales que escribieron, de manera sencilla, una autopsia de los manejos de la burocracia civilista. “Esos que se caracterizaron por sentarse en todas las mesas, para meter la mano en todos los bolsillos” y “de ser los peores entre los malos”. ¿Estaremos frente a unos peores, hoy? Lo iremos descubriendo.
[1] El desarrollo completo lo podrán encontrar en la ultima entrada de mi blog personal https://projectd5.blogspot.com/2022/07/peru-una-enganosa-estabilidad-fiscal.html
[2] Por ejemplo, se implementaron tres modificaciones tributarias entre 2011 y 2016, con el propósito de reactivar la economía e incentivar la formalización