Un buen amigo mío -de esos de verdad y de siempre-, me dice en cada conversación y reflexión que tenemos sobre el Perú, que “las marchas no funcionan, no encienden” y a veces me da ganas de convencerme que él tiene la razón, pero para no contradecirlo sin argumentos, como es tan buena persona, entiendo que sus expresiones son un estímulo a mejorar, una razón para seguir, una llamada de atención para hacer más cosas y plantear el camino correcto, en el momento preciso.
¿Por qué pienso así? Porque si alguien te dice algo con la sinceridad de un buen amigo, sea cual fuere la expresión, es un abrazo de compromiso contigo, él está pendiente de ti, sabe de tus pasos, conoce de tus ilusiones y te está haciendo pisar tierra. Así que, afírmate pero con fuerza, con sensatez, con tenacidad.
¿Pero no tiene razón al decir que no funcionan las marchas, que no encienden? Tiene una razón extraordinaria: “Encender tu fuerza de pensar para actuar y encender a la vez, tus acciones para no dejar de pensar y luchar por valores y principios que construyan una mejor democracia y mayores espacios de libertad”.
Oye, dímelo más claro.
Las marchas no son efectivas porque no son movilizaciones con un objetivo de conquista preciso, en ese momento, sino que constituyen aparentemente, actividades motivacionales para ir sembrando convocatoria, ese el error inicial, el error también secuencial. En cambio, una movilización popular es ir a Palacio de Gobierno y exigir que el presidente renuncie o se vaya, por corrupto, por inmoral, por sinvergüenza, por infringir la Constitución. Por eso, marchar para pedir la vacancia, o para pedir que renuncie… es como presentar un deseo al aire (disculpen si soy duro, eso pienso). No se pide, se exige. No se pide, se ordena. El pueblo exige, el pueblo ordena.
Marchan los que siguen un ritmo y una orden que no va al compás de una protesta, porque terminan de marchar y los arengan gentes que no los representan -desde un estrado, por encima del pueblo-, lejos de la idea que los hizo asistir.
Es como si fueras parte de un batallón de voluntarios al que luego les dan un mensaje final los que no marcharon contigo, esos que ya están en el punto de llegada y eso, repito, no es correcto.
No hay dirigentes convocantes, dirigentes que den ejemplo movilizándose desde el principio hasta el final y haciendo del acto de la movilización una arenga activa hacia el logro de una propuesta democrática, enérgica, constante, imparable.
Los que asisten se cansan de lo mismo de siempre y en cambio, aquél día cuando se rompió el recorrido que decía “es sólo hasta la Plaza San Martín” y nos rebelamos muchos por distintas calles para llegar a una cuadra del Congreso de la República o la Plaza de Armas, donde nos esperaban tres mil policías y los enfrentamos porque queríamos avanzar, la marcha se convirtió en movilización popular contagiante, incluyente, masiva y encendida. ¿Ves la diferencia?
Sin estrados, sin camiones, sin los protagonistas de siempre como voceros (que tienen derecho de estar allí y gritar, pero no tienen preferencia alguna para dejar de hacerlo y esconderse cuando se debe dar la cara), la gente entiende que estamos entre iguales, entre ciudadanos hacia un objetivo preciso: “que se vaya el sinvergüenza y todos los que lo rodean”.
Hay que movilizarnos, protestar y poner en la primera fila, frente a la represión policial, “a los valientes de los estrados y los discursos”, porque ellos tienen el deber de estar dando el rostro antes que los demás, ese es su lugar, se lo merecen y hay que ayudarlos a conquistar su sitio. ¿No les parece que eso sí les daría legitimidad?
Yo seguiré asistiendo a cuantas marchas se convoquen y seguiré diciendo lo que pienso, pero me encantaría que se organicen movilizaciones populares con destino y objetivo preciso: a Palacio, al Congreso, para que se vaya el sinvergüenza, para que los congresistas saquen de inmediato al sinvergüenza, para que haya respuestas inmediatas.
A los que se sienten líderes los reto. En la siguiente movilización, estaré en la segunda línea, detrás de ustedes, les cedemos dar la cara en la primera línea en todo el recorrido y romper la barrera policial, con la barricada popular, ¿Se atreverán?