Un ministro de Estado, no es un ciudadano que ha sido nominado para ocupar una función pública especializada teniendo como requisito ser miembro de un partido u organización política porque llegó al gobierno; tampoco el ser pariente, compadre, pareja, amante, cónyuge, socio, vecino, colega, cómplice o compinche del presidente; y tampoco por ser alguien que ingresa a ese nivel, se le permite que haga lo que le dé la gana con los fondos públicos.
En un país donde la Ley y el Estado de Derecho imperan y se respetan, los ministros son los primeros servidores públicos y no los que se sirven “primero” del público.
En el Perú maravilloso del siglo XXI, enterrado en la sinuosa oscuridad producida por las izquierdas y sus socios caviares, cualquiera, es decir un patán, un imbécil, un ladrón, un corrupto, sinvergüenza, coimero, cogotero, asesino, estafador, incompetente, inepto, violador, mala sangre, vago, ocioso y pendenciero puede ser ministro y con honores. Eso es lo que sucede y viene sucediendo desde hace décadas de caviarismo y a la vez, de silencio ante la costumbre de saber que otro de la misma calaña va a reemplazar la porquería que estaba en el ministerio. Si el paisaje es el mismo…
Los medios callan por conveniencia unos días, unos meses, quizás hasta unos años, todo depende de la recompensa, los favores y las contraprestaciones.
Los partidos callan por interés y por cálculos de temporada electoral en primera instancia, también callan por interés e intercambios del silencio de sus denominados líderes: licitaciones, contratos, asesorías, consultorías y más (chamba para los hijos, becas en el exterior, beneficios vía terceros, etc.) y así, se conducen criticando en público algunas veces y en otras, llaman a la mentirosa frase de “unidad nacional, reconciliación y perdón” con los rateros, con los que dicen que son lo peor de lo peor.
La Iglesia calla de rodillas por conveniencia ideológica de sus pastores de privilegios y de sus disfrazados de penitencia. Hipocresía dolorosa que condena la Fe que unos dudan de tenerla cuando sus representantes siguen rodeando el poder.
Un país ha sembrado la aspiración para ser delincuentes, te premian por eso, puedes llegar a ser ministro y tal vez, hasta llegues a presidente.
¿La emoción de convertirte en un delincuente siendo ministro, es la nueva moda que reemplaza o se complementa con la de ser delincuente y luego ministro?
¿Se puede corregir tantos males, se puede recuperar este paciente extremadamente golpeado que sobrevive con sales rehidratantes en vez de una terapia de shock y nutrición enteral? Sí, sí se puede recuperar, rehabilitar y sanar al Perú.
¿Qué se necesita? Patriotas, hombres y mujeres dispuestos a levantar su voz y hacerse respetar, a señalar desde sus hogares y hacia las calles y plazas a los delincuentes, a movilizarse para limpiar el Estado, los partidos, los medios, la sociedad. Ahora es la hora.
Imagen referencial, delincuente se apresta a ingresar a robar