La economía social de mercado -ESM- es poco entendida en el Perú y en varias naciones de América latina se le toma en cuenta sólo para algunas ocasiones donde no trasciende en el valor de su importancia y necesidad.
Desde la Constitución Política de 1979 se imprime un sentido y destino que tome en cuenta la ESM en nuestro país, pero lamentablemente sin tener en ese mismo texto un contrapeso que evite caer en el populismo, referido a la composición social, política, régimen laboral, de propiedad y empresa, el uso de la tierra y las inversiones privadas y públicas claramente definidas como separadas o complementarias, es decir, el choque entre la aspiración y las posibilidades se convirtió en el primer escollo.
Unido a ello, el enfrentamiento político y partidario, ausente de formación en sus cuadros y mucho menos hacia sus militantes, generó otras prioridades, salvo excepciones que no fueron de trascendencia para educar, para formar, para explicar justamente el rol de una ESM en un país tan devastado como el Perú.
El reinicio del sistema democrático en los años 80 con el gobierno de Fernando Belaunde, paradójicamente ausente en la redacción de la Constitución Política que lo recibió como presidente, pero aliado con el Partido Popular Cristiano, autor de los artículos referidos en esencia a la ESM, permitió el inicio de algunas medidas para impulsar ese cambio de rumbo que nos había llevado al fracaso de la economía estatista, nacionalista, populista, regresiva y antidemocrática.
Belaunde no fue precisamente un propulsor de la ESM, pero sí un demócrata que permitió sus primeros momentos, a pesar que el manejo de la economía debía partir de otro escenario previo para su implementación.
Luego de su periodo gubernamental, Belaunde fue sucedido por Alan García y el discurso del retorno a los años 30, cuyos resultados fueron resumidos en tres palabras….fracaso, hiperinflación y desorden.
El ingreso de Fujimori –poco estudiado a la luz de la economía en su conjunto, por ahora-, no ayudó a las iniciativas que desde el Congreso de la República, en aquellos tiempos conformado por la cámara de diputados y la de senadores, se trataban de promover para volver a reordenar la hacienda y las finanzas.
Fuimos receptores de dos desastres en menos de veinte años, con la dictadura militar izquierdista de Velasco y la democracia populista de García. Ese panorama reorientó la escena y el destino de un país, no sé si a sabiendas o por casualidad, pero desde el autogolpe, desde la conformación del Congreso Constituyente Democrático y el nuevo ordenamiento legal derivado, se extrajo de la anterior constitución una pieza fundamental para reconstruir un país, al ponerse en letras mayúsculas a la ESM como la vía del progreso y desarrollo en libertad.
La Constitución de 1993 nos permitió transitar sin variaciones para el despegue de la economía, pero fue poco observada en el campo de la corrupción en paralelo. Crecimos, redujimos la pobreza, nos reincorporamos a los mercados….pero siempre en pared, nos jugaron en contra los que no permiten el desarrollo político de instituciones de representación popular. Por eso, el Perú no ha crecido tanto como pudo hacerlo, ya que los esfuerzos de millones, fueron traicionados por el robo de unos cuantos que siguen siempre rodeando el poder.
Y así, el populismo, la demagogia, el deporte del engaño, nos retrasa cada avance, nos impide ver más destinos, nos ahoga y nos hiere sin que la justicia condene a tanto corrupto que llega inclusive a ser presidente de todos nosotros.
Entendamos bien que la ESM no es una meta, tampoco un objetivo. Se trata de un modelo, un medio de aplicación que se impulsa para gobernar la economía, evitando que el estado asuma el control de todo, permitiendo que los ciudadanos surjan con sus iniciativas, dando equilibrio a la libertad económica.
Pero- aquí viene la parte final-, sin libertad política, sin estructura y desarrollo político estamos fritos y seguiremos dando saltos en vez de caminar, seguiremos avanzando tres metros y retrocediendo uno, alimentando ese retroceso con las medidas populistas de municipalidades, gobiernos regionales, un congreso desorientado o un gobierno temeroso.
Uno de los retos más grandes que tenemos es la llamada informalidad, tan bien estudiada por Hernando de Soto y el equipo que lo acompaña y del cual se desprenden rumbos concretos para darle sentido a lo que le da sentido a todo un país que no se detiene en sus iniciativas, en su creatividad, en lograr lo que permite avances a millones de familias todos los días.
Si darle valor, si reconocer valor a la propiedad es generar potenciales, darle valor a la informalidad es generar la mayor oportunidad de progreso que tenemos a la mano. Sé que es atrevida la propuesta, pero la estamos construyendo también en el Instituto del Ahorro y creemos que con el soporte del conocimiento cabal de la ESM, se puede lograr.
Para no caer en el abismo, para tomar nuestro camino, tenemos que desechar el populismo y comprometernos con una ESM moderna. A conquistar el mundo.