No recuerdo un 28 de julio más triste, oscuro, apagado y con una recargada cólera que no llega a explotar todavía. He pasado mucho años escuchando, viendo, leyendo y releyendo, revisando, analizando y comentando lo que han expresado ante el Congreso de la República o ante el país –cuando la dictadura militar de izquierda tomó el poder-, los presidentes que desde Belaúnde hicieron su paso por el gobierno, hasta el actual, Pedro Castillo.
Hubieron años muy duros y complicados, en la economía, en lo social, en esa suma de crisis política y cultural que se siente tan frecuente cuando crecemos o nos estamos recomponiendo, como si fuera necesario que vengan los problemas nuevamente, para sentirnos en el nivel de siempre.
Pero ahora, este 28 de julio de 2022, la realidad supera toda especulación. El señor Pedro Castillo, presidente del Perú, es un mentiroso, un manipulador, un agitador político extremista que tiene varios rostros, uno absolutamente criminal, otro que irradia hipocresía, otro con síntomas de sicosis maníaco depresiva, otro que revela un odio compulsivo, otro que se nutre de ira y resentimiento, otro en silencio y volteando la mirada hacia el suelo como para sacar el cuchillo y clavarlo en la espalda del pueblo… y son más rostros los que se pueden sumar, son más actitudes agresivas y violentas las que se pueden descubrir.
Alguien podría decirme: pruébalo, pero no es necesario. Las opiniones no se prueban, se manifiestan y si en alguien existe duda que mis opiniones carezcan de fundamento en su forma de expresarse, lo lamento, pero no me interesa la voz de los defensores del delito, de la corrupción y la impunidad.
Me interesa impedir el destino fatal de mi Patria, hoy en manos de los mismos de siempre, esa perniciosa suma de comunistas, socialistas, frenteamplistas, perulibristas, morados, caviares, progresistas, oenegeros, académicos sin prestigio y artistas o faranduleros que se alquilan al Estado para ser sus voceros en las redes sociales con campañas asolapadas de idolatría al poder.
Hay mucho roedor en la alcantarilla, demasiados buitres buscando cadáveres, incontrolables hienas sacudiendo sus cabezas sobre los restos de la podredumbre. Esos roedores, buitres y las hienas, son una mancha roja, de izquierda y de ultraizquireda queriendo ahogar las libertades, destruir todo vestigio de democracia.
Y la democracia, frágil siempre. Y la libertad, incomprendida siempre, se muestran tolerantes con sus verdugos. Por eso, un gran mentiroso ha hecho lo que siempre hace: mentir.