“La principal motivación fue encontrarme con las poblaciones originarias para expresarles mi cercanía -la cercanía de la Iglesia-, mi dolor y pedir perdón por el daño que les han hecho aquellos cristianos, incluidos muchos católicos, que en el pasado han colaborado para las políticas de asimilación forzada y liberación de los gobiernos de la época”, explicó Francisco.
“En este sentido, en Canadá se emprendió un camino para escribir una nueva página del camino que la Iglesia viene realizando desde hace algún tiempo junto a la gente indígena. Y, de hecho, el lema de viaje, ‘Caminando juntos’, lo explica un poco. Un camino de reconciliación y sanación, lo que presupone conocimiento histórico, escucha a los sobrevivientes, toma de conciencia y sobre todo conversión, cambio de mentalidad”, resumió.
“Por un lado, algunos hombres y mujeres de Iglesia estuvieron entre los más decididos y valientes defensores de la dignidad de los pueblos indígenas, asumiendo su defensa y contribuyendo al conocimiento de sus lenguas y culturas”, analizó, y completó: “Pero, por otro lado, lamentablemente no faltaron cristianos -es decir, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos- que participaron en programas que hoy entendemos son inaceptables y contrarios al Evangelio”.
“Y por esto fui a pedir perdón, en nombre de la Iglesia”, prosiguió, y sostuvo: “Era pues una peregrinación penitencial. Hubo muchos momentos de alegría, pero el sentido y tono del conjunto fue de reflexión”.
“Quiero dar las gracias a todos los que han hecho posible esta peregrinación penitencial a Canadá, empezando por las autoridades civiles, los jefes de los pueblos indígenas y los obispos canadienses. Agradezco sinceramente a todos los que me acompañaron con sus oraciones”.
Los sonidos del viaje
Una vivencia “espiritual y humana”, en la que, acompañado de líderes y miembros de los principales grupos indígenas, “juntos hicimos memoria: la buena memoria de la historia milenaria de estos pueblos, en armonía con su tierra, y la dolorosa memoria de los abusos que sufrieron, incluso en los internados, a causa de las políticas de asimilación cultural. Acompañados por el sonido de los tambores, dejamos espacio para el silencio y la oración, para que, desde la memoria, se pueda volver a iniciar un nuevo camino, sin más gobernantes y súbditos, sino solo hermanos y hermanas”.
Una memoria sobre la que labrar un futuro juntos: “Tras el recuerdo, el segundo paso en nuestro camino fue el de la reconciliación. No un compromiso entre nosotros (eso sería una ilusión, una puesta en escena), sino un dejarnos reconciliar por Cristo, que es nuestra paz”.
Reconciliación
Así, “las comunidades indígenas que han aceptado y asimilado el Evangelio nos ayudan a recuperar la dimensión cósmica del misterio cristiano, particularmente de la Cruz y la Eucaristía. Alrededor de este centro se forma la comunidad, la Iglesia, llamada a ser una tienda abierta, espaciosa y acogedora, la tienda de la reconciliación y la paz”.
De este modo es como se llega al tercer pilar: “Memoria, reconciliación y, por tanto, curación”. Un último paso del viaje que dieron “a orillas del lago de Santa Ana, precisamente el día de la fiesta de los santos Joaquín y Ana. Para Jesús, el lago era un entorno familiar: vivió gran parte de su vida pública en el mar de Galilea, junto a sus primeros discípulos, todos pescadores; allí predicó y curó a muchos enfermos”.
Esperanza
De esta forma, Francisco expresó que este viaje de “recuerdo, reconciliación y curación, surge la esperanza para la Iglesia, en Canadá y en todo el mundo. Los discípulos de Emaús caminaron con Jesús resucitado: con Él y por Él pasaron del fracaso a la esperanza”.
Una invitación para “recuperar un sano equilibrio, una armonía entre modernidad y culturas ancestrales, entre secularización y valores espirituales. Y esto desafía directamente la misión de la Iglesia, enviada a todo el mundo para dar testimonio y ‘sembrar’ una fraternidad universal que respete y promueva la dimensión local con sus múltiples riquezas”.
“Seguimos rezando por el pueblo ucraniano, agredido y martirizado, pidiendo a Dios que lo libere del flagelo de la guerra. Lo único razonable sería parar y negociar. Que la sabiduría inspire pasos concretos de paz”, concluyó.+