No voy a repetir las necesarias respuestas que decenas de miles de peruanos están escribiendo a diario en las redes sociales, ante las afrentas y malacrianzas del actual presidente del Perú. Es repudiable el lenguaje, la cobardía y la forma en que dice tantas mentiras y frases populistas llenas de resentimiento y odio. Es una persona que simboliza la mentira y la hipocresía en cada segundo de su lujosa y acomodada vida, una entregada a la ociosidad de recibir pagos por no hacer nada, es decir usando esa absurda pose explotadora de la esperanza ajena: “licencia sindical”, así le llaman a pagarle a unos cuantos vociferantes dirigentes que promueven huelgas, paros, bloqueos de calles y avenidas, ataques a las fuerzas policiales y agresiones de todo calibre, a fin de extorsionar o chantajear a las autoridades para lograr sus fines.
Victimizarse es la pose de los del gobierno. Se victimizan percibiendo decenas de miles de soles al mes como salario, mientras un obrero apenas logra tener 1,025 soles con una inflación que es imparable y no permite sobrevivir, siendo por ello obligatorio que hasta los hijos más pequeños tengan que buscar la forma de ayudar en casa, consiguiendo vender caramelos en una esquina, cuidando carros estacionados en zonas de riesgo, sirviendo de lo que sea a cambio de un sol, tal vez un poco más.
Estómagos vacíos, ojos llorosos, mirada sin horizonte. Esos niños, esos jóvenes con estudios incompletos por la pandemia política de este gobierno que los sigue castigando al condenar a sus padres a volverse máquinas de trabajo todos los días, en vez de estar trabajando para vivir y progresar, ven que no existe una respuesta contundente y por eso, ellos callan, sus padres callan, sus amigos también se callan, pero los estómagos no lo hacen cuando se encuentran vacíos.
El imperio del mal y el cacique de todos los males, fue elegido por rechazo, subió al poder por votos fabricados y actas fantasmas –eso es lo que se opina en cada conversación donde se habla del resultado electoral presidencial-, y esas maniobras denunciadas, se taparon, fueron escondidas en un complot electoral que debe descubrirse para sancionar a los cómplices del dueño del hedor.
Castillo es un sindicalista “mercenarizado”, un “complotador” que sabe fabricar crisis, que vive agitando contradicciones y reproduce enfrentamientos como una forma de vigencia política. Castillo no es un líder, es un manipulador que va en manada, azuzando y odiando, escupiendo revanchismo porque es un derrotado en la vida. El imperio que ha formado, es una degradación de la moral, sin valores, sin virtudes, sin principios. Derrotar esa podredumbre no es fácil ahora, será muy complicado después.
Si existieran líderes en eso que se llama oposición, el Perú se dignificaría. Pero no importa, los ciudadanos tenemos que impulsar la reacción y sacar el desmonte completo.
Recuerden: “a la corta o a la larga, cae el burro con su carga”