El mes pasado me referí aquí a un infame discurso del Che Guevara ante la Asamblea General de la ONU el 11 de diciembre de 1964. El mandamás castrista, responsable de multitud de asesinatos en Cuba (el periodista cubano Luis Ortega cifra las víctimas del Che en 1.897), reconocía sin rodeos:
“Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando.“
Recuperando la Cordura ha hecho este vídeo en el que incluye ese discurso de Guevara. Con todo el cinismo del mundo, el guerrillero comunista negaba que su dictadura estuviese cometiendo “asesinatos”, justo después de reconocer que estaban fusilando y seguirían fusilando.
Hay que recordar que el propio Che Guevara asesinó a sangre fría a algunos de los presos políticos a su cargo, niños incluidos.
El motor ideológico del terrorista argentino: el odio
Lo que movía a ese asesino sanguinario era el odio puro y duro, como él mismo escribió en 1967:
“El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo. Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma.”
Estas palabras han sido usadas durante años como una consigna por multitud de grupos terroristas, que han seguido la receta al pie de la letra asesinando y secuestrando allí donde se habían empeñado en reproducir las tácticas de asalto al poder recetadas por el terrorista argentino.
Ha pasado más de medio siglo y ahí sigue la dictadura que ayudó a instaurar en Cuba, a base de fusilamientos, pero algunos llevan su rostro en la camiseta como si fuese la imagen de un libertador.
Es más: en 2008 un alcalde de ultraizquierda levantó un monumento a ese asesino en Oleiros (La Coruña). Y luego nos vendrán a hablar de “memoria histórica”…