Un artículo de Francisco Bobadilla.
Enrique Krauze, historiador y pensador mexicano, estuvo en Lima hace buen tiempo en un coloquio sobre literatura, poder y libertad. Su último libro “Redentores. Ideas y poder en América Latina” (2011) es una muestra de los intereses y el trabajo de este intelectual de cantera liberal, en cuya materia se mueve como pez en el agua.
A la buena pluma, se agrega la agudeza del ensayista. Por sus abundantes páginas desfilan doce personajes latinoamericanos: Martí, Rodó, Vasconcelos, Mariátegui, Octavio Paz, Che Guevara, Evita Perón, García Márquez, Vargas Llosa,… y Hugo Chávez. Un listado que no pretende ser canónico, pero es lo suficientemente ilustrativo de las ideas y el poder entre nosotros.
Me ha quedado el buen gusto de la lectura y, a su vez, el entusiasmo para seguir buceando en los pensadores esenciales de nuestra Región. Martí (1853-1895) es el padre de la independencia cubana. Fidel Castro lo reivindica para su revolución, lo que no impide que sea el paladín de la nueva Cuba que se abre paso en nuestros días, entre ron y coca-cola.
Rodó (Montevideo, 1871-1917) nos es familiar por su “Ariel”, “genio del aire, quien representa la parte noble y alada del espíritu. Es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad”. En la lectura de Rodó, el enfrentamiento entre la cultura Angloamericana y la Hispanoamericana es notorio: ellos son Calibán (monstruo deforme e inculto), nosotros, Ariel.
La generación del novecientos peruana, la de Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva-Agüero, Francisco García Calderón, es conocida como la generación arielista, precisamente por ser voces que hilvanan un discurso nacionalista. Rodó está presente ellos.
José Vasconcelos (1882-1959) en México es el apóstol de la educación en México. Político, filósofo, educador, conspirador, periodista. Polémico, de inteligencia ágil. Latinoamérica, para él, es la esperanza del mundo, pues seríamos la raza cósmica, aquélla que sintetiza la esencia de lo humano. Hacia el final de su vida, preguntado sobre qué sería si volviera a nacer, dijo: teólogo.
José Carlos Mariátegui (1895- 1930), el Amauta, es una generación más joven, la del Centenario. Asociado a su pensamiento y a su obra política está el Partido Socialista Peruano, el indigenismo y una lectura original del marxismo. “Sendero luminoso” lo tomaría impropiamente como su mentor e, inspiró, igualmente al famoso subcomandante Marcos quien en enero de 1994 liderara el levantamiento indígena en Chiapas, México. No se sabe quién es. “Marcos –que tendrá ahora 54 años y acaso vive anónimamente en la ciudad de México- optó por seguir al pie de la letra el evangelio redentor de Mariátegui: vivió en el mito y desapareció con él”.
Enrique Krauze ajusta cuenta con cada uno de los personajes que reseña. Su libro me recuerda mucho el estilo de Paul Johnson que escribió un texto parecido titulado “Intelectuales”: no queda títere con cabeza. Entre Gabriel García Márquez y Vargas Llosa, Krauze no duda: su apuesta y elogios van para el segundo.
Los devaneos pro castristas del primero, así como la complacencia con la que presenta al dictador inmortal en “El otoño del patriarca”, le llevan a Krauze a preferir mil veces “La Fiesta del Chivo”, en donde “no hay una pura atracción por el poder sino su encausamiento, su crítica, incluso su abolición en zonas individuales en las que el poder no vale ni debe valer nada”.
En el libro de Krauze no están todos los que son ni son todos los que están. El esfuerzo de síntesis es encomiable. La tesis del libro se resuelve en el gran dilema al que estamos expuestos: redención o democracia.
Y aunque pareciera que el caudillismo y el militarismo se van alejando, allí están todavía Venezuela, Nicaragua y Bolivia para desmentirlo. Y no en menor grado se percibe esa misma deriva en Ecuador y Argentina.
La propuesta, como buen historiador y liberal, es tímida, pero esperanzadora: ante el temible afán redentorista, Krauze propone “la fragmentaria, insípida y gradualista pero necesaria democracia que ha probado ser mucho más eficaz para enfrentar la pobreza y la desigualdad”.
foto, carlos olivares baro